tú y yo somos tres

¡Y encima va a la peluquería!

FERRAN MONEGAL

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El fin de semana televisivo ha tenido nombre y apellido: Ada Colau. Sin lugar a dudas. El sábado estuvo en La Sexta noche (La Sexta) y el domingo cerró la primera tanda de conversaciones de Risto Mejide (Viajando con Chester, Cuatro). Vayamos primero con la sesión del domingo. Risto le plantó el sofá debajo de un puente; y como hacía frío le tuvo que dar a Ada una mantita. Perfecta escenografía. Esta señora se pasa la vida ayudando a las pobres familias que la banca y el poder establecido dejan sin vivienda en la que guarecerse, de modo que hacer la entrevista bajo un puente, a la intemperie, ha sido ejemplar y oportuno. Hubo feeling entre Ada Risto. Solo hubo discrepancia con el método que se utiliza en los escrache. «Que la forma no desautorice el fondo», le suplicaba Risto. Y Ada le contestaba que cuando se agotan todas las vías, incomodar un poco a los que se intitulan representantes del pueblo no es ningún delito. Al margen de ese punto, la sintonía entre ellos dos fue hermosa y casi absoluta. Tanto es así, que Risto le prometió asistir a las reuniones de la PAH, y añadió: «Tengo ideas sobre cómo hacerles daño de verdad -a los que desahucian o los permiten-, sin necesidad de ir a sus casas». ¡Ah! Estamos en ascuas por conocer el método Risto.

Lo de La Sexta noche, el sábado, fue más chungo. La zona de la derecha  trató a Ada con enorme acritud. Cayó sobre ella un alud de descalificaciónes. La llamaron demagoga, izquierdista radical, violenta, filoetarra... El ambiente era tenso. A mi juicio, desproporcionadamente injusto. Trataban a Ada como si fuera una delincuente. La juzgaban con saña antes de mandarla al patíbulo. Lo de Alfonso Rojo fue peor todavía. Le dijo que se fuera a hacer escraches a Wyoming «que tiene 18 pisos». Y en el fragor de la melé, le soltó: «Está usted muy gordita para el hambre que se pasa», frase que ya ha dado la vuelta al planeta. ¡Ah! Es un argumento ruín y curiosísimo: resulta que solo los que están cadavéricos están legitimados para luchar contra el hambre en el mundo. Llegados a este punto yo también quiero aportar argumentos para acabar de mandar a Ada a la hoguera. Que sepa toda España que esta señora, además de no estar famélica, ¡va a la peluquería! Lo que oyen. Lo he visto con mis propios ojos. Cada dos o tres meses la veo en la peluquería que hay junto a mi domicilio. Es inconcebible. La autoridad competente debería actuar enseguida.