Peccata minuta

En tierra extraña

JOAN OLLÉ

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Debo agradecer al nacionalismo catalán que me acercase al arte del flamenco. Todo empezó cuando propuse para el acto institucional del 11 de Setembre del Parc de la Ciutadella -que he dirigido en sus últimas ediciones- homenajear a la bailaora barcelonesa Carmen Amaya en el 50 aniversario de su muerte. A pesar de que el señor Miquel Calçada, comisario del tricentenario del 1714, opinó reiteradamente que la gitana no pintaba nada en aquella celebración, el buen criterio triunfó en las más altas instancias, evitando así el ridículo nacional.

¿Quién podría bailarle a la del Somorrostro? La clave me la proporcionó el bueno de Xavier Antich: nuestra común amiga Eva Vila acababa de rodar la preciosa película Bajarí (Barcelona, en caló), protagonizada por Karime Amaya, sobrina nieta de la que un día fue recibida con todos los honores en la Casa Blanca del presidente Roosevelt. Fuimos con Eva al tablado El Cordobés, bajando las Ramblas a mano derecha, que regenta Luis Adame, y allí, después de ver el excelente espectáculo Con Carmen Amaya en la memoria, Karime aceptó participar en la Diada bailando sus Alegrías de Pantalón. Ni un solo silbido en la Ciutadella (como sufrieron anteriormente Serrat, Mayte Martín o Noa) y sí muchos olés y aplausos cuando los palmeros, cantaores, guitarristas y bailaora compartieron escenario con Espriu y Bernat Metge.

He vuelto con frecuencia a El Cordobés, siempre invitado por Luis, gran persona y profundo conocedor del género, que anda empeñando su tiempo, saber y dinero en tirar adelante la Academia de las Artes y Ciencias del Flamenco, aquella manera diferente de sentir la vida que Federico García Lorca presentó en sociedad en la biempensante Granada de los 20.

Y a pesar de que el público mayoritario de El Cordobés sean turistas ávidos de paella, sangría y taconeo, este tablao está unánimemente considerado el mejor del mundo y allí recalan y se sienten en casa todos los grandes cuando pasan por Barcelona. Allí he visto bailar a Pastora Galván, a Karime, a José Maya; allí está David Cerreduela, que siempre acompañó a Enrique Morente; allí se rompe en canto la gran Tana, para quien Paco de Lucía tocó en la película Flamenco, de Carlos Saura.

Anteayer, jueves, tuvimos noticia de la muerte del maestro Paco, el de la Lucía. Ese mismo día en el Teatre Nacional de Catalunya se presentaba Doña Rosita la soltera, de García Lorca, estrenada en el Teatre Principal de la Rambla, a dos pasos del tablao, en 1935. Si quieren cortar una flor de fuego a la memoria del guitarrista de Algeciras o del poeta amigo de los gitanos, pásense alguna noche por El Cordobés, tal vez el secreto cultural mejor guardado de Barcelona, en tierra extraña.