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MANEL FUENTES

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El que fuera director de Le Monde Diplomatique Ignacio Ramonet ya advirtió durante la guerra de Irak de Bush padre de que el nuevo sistema de desinformación que se imponía venía con el envase mediático de la inmediatez. La censura descarada ya no era de recibo porque muchas verdades conseguían una rendija para salir a la luz. En cambio, con la sobreinformación se desgasta y adultera la verdad, privando de análisis y de capacidad de verificación al periodista que debe informar en tiempo real.

En la primera guerra del Golfo las televisiones emitían imágenes nocturnas en las que miles de lucecitas verdes llovían del cielo y explotaban sin que nadie supiera exactamente dónde ni quién las lanzaba, y en muchos casos sin contar por qué. Han pasado los años, hemos vivido una segunda guerra en el Golfo y ahora el foco está en Siria. Contaba Ramonet que para justificar ante la población norteamericana la necesidad de la guerra, en los 90 se emitieron imágenes de la supuesta invasión iraquí de Kuwait y de pájaros llenos de petróleo en la playa. Con los años se supo que se habían grabado en Nuevo México. Nadie las verificó antes de que impactasen en la tele. Todos querían emitirlas antes que la competencia, igual que estos días muchos han hablado de una inexistente ambulancia con explosivos en Alemania.

Pero volvamos a la Historia. Si en la primera guerra del Golfo las imágenes que nos convencieron para aceptarla fueron las de la supuesta invasión iraquí, en la segunda los atentados de las Torres Gemelas sirvieron como excusa. ¿Qué vínculo tenía Sadam con Al Qaeda? Hoy aún no lo sabemos. Pero Bush hijo y Tony Blair nos llevaron a ella con la complicidad de algún tonto útil. Y con decir, años después, que se equivocaron se han ido de rositas. Ahora los atentados de París han tenido como reacción inmediata nuevos bombardeos en Siria, como si hace un mes no se hubieran podido bombardear esas posiciones. Como si ahora esas bombas cambien algo. También volveremos a restringir nuestros movimientos y a fortalecer las fronteras internas de Europa. Y mientras, lo que queremos es encontrar en la tele algo que transmita la sensación de estarlo siguiendo todo. «Periodismo», llaman algunos a tertulias llenas de disparates mientras se emiten en bucle imágenes de tipos armados que no sabemos lo que apuntan, explosiones deslocalizadas y otros recursos para que el espectáculo no decaiga.

El periodismo, cómplice

¿Dónde está la información? ¿Hay tanta como para emitir 24 horas? ¿Qué estamos consumiendo? Seguramente, un estado de ánimo. Aquel que nos va a permitir ceder gustosos nuestros derechos. ¿Qué partido se juega de verdad en Siria? ¿Cuál se jugó en Irak? Es evidente que nuestro enemigo es grande, pero uno teme que a su sombra unos cuantos pretendan hacer lo que les da la gana. Con un mal llamado periodismo como cómplice.