El radar

Empleo a lo siglo XXI

JOAN CAÑETE BAYLE

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El premio a las declaraciones polémicas de la semana se lo ha llevado Juan Rosell, el presidente de la CEOE, que dijo que el trabajo «fijo y seguro» es «un concepto del siglo XIX». Las palabras de Rosell indignaron por igual a veinteañeros y cincuentones, a empleados y desempleados, a hombres y mujeres. «Es hora de hacer ver que no existe relación entre la pérdida de derechos de los trabajadores y un menor paro. Lo único que se logra es que las personas que trabajan lo hagan con menos derechos y que hoy tener trabajo no signifique en muchos casos tener ingresos suficientes para una vida digna», escribió Rafael Soriano, de Mataró.

Desde que empezó la crisis, en esta ventana a la realidad que es Entre Todos hemos recibido centenares de cartas de ciudadanos en paro: jóvenes extraordinariamente formados sin experiencia, cincuentones con demasiada experiencia, cuarentones con hipotecas, niños pequeños y miedo al futuro, muchas mujeres... Desde hace ya algún tiempo, las cartas de parados han descendido (un poco, sin exagerar) y abundan otro tipo de historias: las de pluriempleados que con tres trabajos apenas suman un sueldo digno, las de eternos becarios hartos, las de afortunados que firman contratos de un par de días, las de privilegiados que son despedidos un día antes de que acabe el periodo de prueba.

«Soy estudiante, me faltan tres semanas para graduarme. Tengo 21 años y puedo ver que las cosas no van bien. Un número alarmante de personas a mi alrededor están descontentas con su trabajo, se sienten explotadas, desmotivadas y quemadas. Una persona de mi entorno fue a una entrevista para entrar a trabajar en una cadena muy famosa de heladerías y las condiciones eran pésimas: el puesto consistía en trabajar 54 horas a la semana con un día de descanso, pero en el contrato solo figurarían 20 horas trabajadas». (Mireia Carboneras, Alella).

«Tengo en la pared cogiendo polvo dos títulos, y actualmente estoy sacándome el tercero. Las prácticas obligatorias han sido lo que se llama trabajar gratis. Durante cinco años también he estado ahorrando para comprar un piso con mi pareja. Cuando por fin nos compramos el piso vino Hacienda a sacudirnos, y claro, ese año trabajé en dos lugares. Fue un duro verano a 60 horas y con una renta anual de 14.000 euros. No tienes dinero para muebles y electrodomésticos. Lo de independizarte se queda en stand by, cada dos meses compras un mueble e intentas que las facturas no suban más de 20 o 50 euros» (Montse Recio, Barcelona).

«Yo quiero volver al 2011. Entonces yo tenía un muy buen trabajo, bien pagado, con buenas compañeras. Llevaba 26 años trabajando sin llegar tarde, sin problemas y con solo dos bajas en todos esos años. A Rajoy le tengo que agradecer que me echaran con un ERE. Ahora, con 51 años, mi perspectiva de volver a trabajar no es que sea negra, es negrísima» (Liliana Claramunt, Igualada).

«Tengo 29 años, estoy en esa edad en que ni soy mayor ni soy joven del todo. Tengo una diplomatura en Turismo e hice el curso de adaptación al grado de mi carrera. Hice el proyecto final de grado acerca de la empresa en la que actualmente estoy trabajando, y me becaron con un máster, puesto que gané el premio al mejor proyecto de mi promoción.  Actualmente estoy cursando ese máster en márketing digital. Trabajo de recepcionista en unas oficinas, cogiendo el teléfono y repartiendo el correo. Cada día que me dedico a buscar trabajo tengo la sensación de que he perdido mi tiempo estudiando» (Ana Molina, Esplugues de Llobregat).

No es por poner en duda las palabras de Rosell, en Entre Todos no recibimos cartas que suspiren por empleos «fijos y seguros», ese concepto tan siglo XIX. Las palabras más usadas, fiel reflejo de una parte importante del mercado laboral en España en este siglo XXI, suelen ser «precariedad» y «trabajo digno».

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