Dos miradas

Emociones

Las emociones que debían salir del corazón, demasiadas veces han brotado de las entrañas, de las tripas, cubiertas de bilis

MANIFESTACIÓN

MANIFESTACIÓN / AW

EMMA RIVEROLA

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¿Caben más emociones en esta Catalunya zarandeada? Tenemos tantas, tan variadas y tan intensas que cuesta poner los pies en el suelo y no dejarse llevar por distintas oleadas. Las emociones van por barrios. O por casas. O, mejor, por individuos. Y nos debatimos entre la ilusión inasequible, la decepción por lo que no llegó, la humillación ante decisiones arbitrarias, la rabia por el destrozo, la indignación por las energías perdidas, el dolor por lo sufrido y el hartazgo galopante de muchos.

No hace falta hablar de sociedad fracturada, basta con mirarnos a nosotros mismos. Con hacer repaso de algunas amistades congeladas, de algunas comidas que querríamos borrar del recuerdo, de las pocas ganas de telefonear a este o al otro. Emociones que son ajenas a los amores se han adherido como trapos sucios a algunos rostros. Y nos cuesta verlos como antes… Antes… ¿En qué momento empezó ese antes? ¿Cómo volver a despegar las ideas de las personas?

Las emociones que debían salir del corazón, demasiadas veces han brotado de las entrañas, de las tripas, cubiertas de bilis. Han volado los insultos. Por ataque o por defensa. Al final, la herida es la misma. Es difícil saber cómo sanarla, como seguir sin cicatrices. No hay fórmulas mágicas. Pero será difícil volver a hablar si antes no volvemos a escucharnos, si no somos capaces de decirnos cómo nos hemos sentido unos y otros durante este tiempo. Y respetarlo.