Las elecciones del 24-M en clave europea

Emergencia de otro orden político

Los ciudadanos han reclamado respuestas más radicales para curar las heridas sociales de la crisis

JOSEP BORRELL

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Después de las elecciones regionales francesas del pasado marzo, los titulares saludaban la emergencia de un nuevo orden político sobre las ruinas del bipartidismo. El Frente Nacional (25%) había superado en votos al Partido Socialista (21%), aunque luego la alquimia de los sistemas electorales solo le había dado el 1% de los consejeros departamentales y ninguna presidencia. Algo parecido ocurrió en las pasadas legislativas en el Reino Unido. Emergen dos partidos, el antieuropeísta UKIP y los independentistas escoceses del SNP. El UKIP por debajo de sus expectativas, pero con un respetable 13% de los votos. Y el SNP por encima de lo esperado como fuerza mayoritaria en Escocia. También aquí el sistema electoral ha hecho sus travesuras: con cuatro millones de votos (13%) el UKIP solo obtiene un diputado y el SNP con un millón de votos obtiene ¡56! Por eso, para medir el apoyo que los electores dan a los partidos, mejor contar votos que los escaños, concejalías, alcaldías o presidencias.

Utilizando esa vara de medir, en toda Europa la tendencia es hacia el fin de un sistema a dos para pasar a uno de tres o de cuatro. El 25% de los electores apoyan a partidos que expresan el rechazo al sistema institucional en su conjunto, incluyendo la UE, y una exigencia de cambios radicales, empezando por lo que se refiere a los comportamientos de «los políticos» (la corrupción) o a «las políticas» (la austeridad).

LA MIRADA DE MERKEL

Así se interpreta en Europa el resultado de nuestras elecciones locales/regionales. Los titulares de la prensa europea los presentan como un triunfo «espectacular» de la izquierda antiausteridad, concepto que no incluye al PSOE, con los dos grandes partidos dependiendo de Podemos y de Ciudadanos para formar gobiernos municipales y regionales. Los caricaturistas nos dibujan bailando emparejados con los griegos bajo la mirada torva de Merkel.

Con ello se abre una nueva era de incertidumbre e inestabilidad que puede perjudicar a la incipiente recuperación económica, pero también de renovación del sistema político y de mayor participación de los ciudadanos. Sorprenden posiciones como la de la alcaldable por Barcelona que solo piensa cumplir las leyes que le parezcan justas, pero suena cómica la llegada de los «bolcheviques» anunciada desde su fracaso por la señora Aguirre. Dada la dramática situación –el 29% de la población en riesgo de pobreza– no es raro que surja una demanda de políticas más radicales. Y eso no lo puede atender el PP, por mucho que proclame el fin de la crisis, ni se dirige al PSOE, aunque se desmarque de las políticas de los últimos gobiernos Zapatero.

Las elecciones regionales parciales celebradas en Italia el pasado domingo 31 de mayo son otra muestra de esa dinámica. Renzi, que cae al 24 % desde el fastuoso 40% de las europeas, dice darse por satisfecho por haber obtenido cinco de las siete presidencias de región. Pero los votos demuestran que el descontento de los ciudadanos sigue dirigiéndose a un partido-protesta-radical como 5 Stelle, que con el 18%, y en tres regiones por encima del 25 %, se consolida como segunda fuerza del país. Cierto, no se deben comparar elecciones de distinto tipo, porque responden a lógicas diferentes. Y por eso Pedro Sánchez no debería consolarse por haber sacado más votos que en las pasadas europeas. En realidad ha perdido 700.000 votos con respecto a las últimas municipales, el peor resultado de la historia del PSOE. Pero ha podido mostrarse satisfecho porque el PP ha perdido 2,5 millones, recupera poder territorial, y sobre todo porque no se ha producido el temido sorpasso de Podemos. De municipales a municipales, el voto total al PP y PSOE pasa del 71% en el 2007, antes de la crisis, al 52 % en el 2015. En clave europea, este gran cambio político se interpreta como resultado de una demanda de renovación engendrada por la crisis y de la necesidad de respuestas más radicales para curar las heridas sociales que esta ha causado. Lo mismo en España que en Francia e Italia, y no digamos en Grecia.

La especialidad española es que, además de un Podemos que representa la protesta ciudadana por la izquierda y el hartazgo de austeridad+corrupción, ha emergido un partido reformador-regeneracionista de centro-liberal como Ciudadanos. Y la buena noticia –que se celebra en Europa– es que no nos ha surgido un partido a la derecha del PP, tipo Frente Nacional francés, que a su manera representa también la frustración de una parte de la sociedad golpeada por la mundialización y la crisis. No ha sido así y es una buena noticia. Ahora llega la hora de los pactos, a los que no estamos muy acostumbrados. Tendrán que combinar la estabilidad con la necesidad de cambio dentro del nuevo orden político que está emergiendo.