La rueda

Embutidos, desodorantes, gases o leds

¿Cuántos daños a la salud han permitido las autoridades presionadas por la industria?

JULI CAPELLA

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Vivir mata, reza este surrealista aforismo. Nacer es un camino seguro hacia la tumba con múltiples posibilidades de aceleración: accidentes, enfermedades, malnutrición… Ahora sabemos que los embutidos quitan puntos. No sabemos cuántos, y cada cual puede arriesgarse a gastarlos según su libre albedrío. Ya estamos avisados acerca del tabaco y el alcohol, y así cada uno puede perjudicarse con conocimiento de efecto. Las tabacaleras crearon su imperio sembrando cadáveres en connivencia con los estados: pagaban impuestos. Hay que aplaudir esta información de la OMS. Su obligación es hacerla pública por encima de posibles perjuicios económicos.

Pero a fin de cuentas, cada uno decide si fuma o no, si bebe y cuánto. Diferente es el efecto cancerígeno del humo de los coches, aquí no hay elección del consumidor. Tengas coche o no, te lo tragas. Es una vergüenza que algún día la historia juzgará: a sabiendas, quemaban el preciado petróleo para envenenar el aire que respiraban. El entramado empresarial del sector del transporte se sale aún con la suya. Pero la presión social crece para frenar este despropósito. Sabemos que ya deberíamos estar rodando con electricidad solar hace décadas.

¿Cuántos daños colaterales a la salud han permitido las autoridades presionadas por la industria? Innumerables, la prepotencia química y farmacéutica se lleva la palma. Otro caso reciente son los desodorantes con aluminio. Y más recientemente la proliferación de leds, que más allá de su antipático y ofensivo brillo, al parecer producen daños irreparables en la vista si no se usan correctamente. ¿Quién nos debe informar y proteger? Está bien tener una OMS cuando los estados que nos representan callan cínicamente, sometidos al negocio. ¡Que no haya alarmismo!, gritan quienes precisamente deberían dar la alarma.