JÓVENES (SOBRE)SALIENTES

Elogio del 'pas de deux'

"Marina Fullana, de 21 años, y Laura Lliteras, de 20 años, grado de superior de coreografía y técnicas de interpretación y grado profesional de contemporáneo en el Institut del Teatre"

Marina Fullana, de 21 años, y Laura Lliteras, de 20, grado superior de coreografía y técnicas de interpretación y grado profesional de contemporáneo en el Institut del Teatre.

Marina Fullana, de 21 años, y Laura Lliteras, de 20, grado superior de coreografía y técnicas de interpretación y grado profesional de contemporáneo en el Institut del Teatre. / periodico

ANDREA GÓMEZ Y ANNA PACHECO

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Un consejo (sobre)saliente: hacer lo que cada uno quiera creyendo en uno mismo, sin depender de los demás, pero sobre todo echándole mucho 'morro'.

Nos abren las puertas de su casa sin dudarlo dos veces. Un piso en medio de la soleada calle Marina. Grandes ventanales, sofá de envidiables siestas y ese aire que se respira en un piso de estudiantes. Estamos a finales de junio y ellas ya tienen colorcito, van con ropa fresca y lucen tipazo de bailarina. No ese escuchimirriao de chica-pasarela, sino el cuerpo sano y fibrado que toda mujer desea. Ellas son Marina y Laura, dos mallorquinas que han dedicado su vida al baile. Un dúo que sincroniza sus pasos a ritmo de baile contemporáneo bajo el nombre artístico Helium. Ellas son las ganadoras del certamen de <strong>Art Jove 2010 de Dansa Contemporània del Govern de les Illes Balers</strong>. Nada más y nada menos que un premio de 4.000 euros tras dejar impresionado al jurado con su pieza coreográfica de 10 minutos.

Son tal para cual. Viven, bailan, comen, salen, estudian, todo lo hacen juntas. Se les nota al hablar. Una sinergia que tanto en el escenario como en la vida real les funciona de maravilla. Son pura sincronía, una complementa a la otra. Ellas reconocen que de la diferencia ha nacido la convivencia. Dicen de Laura que es nerviosa y activa, mientras que Marina se la considera más paciente y coqueta. Una, siempre está masticando chicle; la otra, tiene una manía de esas raras: nunca la verás beber café en taza, solo y exclusivamente en vaso de cristal. Laura es más de paella y Marina más de sushi. Nada de "dietas estrictas", en realidad sufren el trance tópico y típico del estudiante fuera de casa de "se come lo que hay en la nevera" y punto. Fuera las dietas del yogurt y los ayunos innecesarios al estilo 'Cisne negro'.

Y aquí es donde ellas entran a matar. "'Cisne negro' es una exageración de la vida de una bailarina". Ellas ni lloran en el baño ni se inspeccionan en el espejo en busca de esa curva de más. Sí, de acuerdo, lo reconocen, el mundo de la danza es "duro y competitivo". Pero ellas tienen muy claro que "mientras uno sea consciente que antes que bailarina se es persona", consideran que no tiene por qué haber espacio para el sufrimiento. La frase "Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor", de la profesora <strong>Lydia Grant</strong> de la serie ochentera <strong>'Fama'</strong>, sí es cierta. Pero adquiere sentido por el esfuerzo y las horas que hay detrás de un bonito 'fouetté en tournant' (no, no es un plato de cocina francesa, es un paso de baile) y no tanto por las penurias de las bailarinas que tanto gusta a Hollywood.

Pero no todo son reverencias y 'pliés' en felicidad constante. Lo cierto es que un poco de competencia sí hay. Y no es un camino nada fácil. Mientras tus amigos hablan de si estudiar ingeniería o arquitectura, tu les tienes que contar que lo tuyo es "dar saltitos y 'piruettes'". Pero ellas nunca han tirado la toalla. Y ser bailarinas es algo que proclaman con la cabeza bien alta.

Laura y Marina empezaron a estudiar ballet en su Mallorca natal, cosas de la vida, una por dolores de espalda y la otra por eso de que después de la gimnasia la mamá cree que ya es hora que la niña se mueva un poco. De allí, como quien no quiere la cosa, hicieron el grado profesional de danza clásica en Palma de Mallorca. Luego llegaron a Barcelona, impulsadas por la corriente de universitarios de 'Ses Illes' que llegan a la ciudad condal. Fue en Barcelona donde tras ver algunos espectáculos de danza contemporánea se sintieron atraídas por esta expresión artística donde la rigidez no tiene cabida. En esta fascinación por el contraste de movimientos y la contracción-relajación de músculos que no encontraron en la danza clásica, decidieron apostarlo todo a una y se presentaron a las pruebas del Institut del Teatre.

Atención. Estamos hablando del Institut del Teatre, el centro por excelencia de artes escénicas de una reputación inverosímil en el mundo de la danza. Las pruebas de entrada a este centro sí son un punto y aparte en el mundo de la competencia. El principio es claro "se presenta mucha gente y entra poca". A partir de aquí las malas caras, envidias, el 'developpé' de el de al lado que te da un golpe y te desequilibra, y ese 'echappé' en el que "uy, has resbalado, lo siento" son parte del proceso. Pero estas dos mallorquinas recién llegadas a Barcelona lo superaron. Y ahí están, simultaneando el grado profesional de contemporáneo con el superior de coreografía, y ganando premios que las consolidan como grandes bailarinas.

Tienen grandes aspiraciones. Las dos quieren "probar suerte en otro país", ya sea Londres o Estados Unidos, simple y llanamente porque el trato hacia este "gran arte" está algo más reconocido en estos países. Eso a largo plazo. Mientras tanto, seguir ocupando largas horas ensayando y probando nuevos movimientos, porque este gran premio del Gobierno de las Baleares trae cola. Les esperan cuatro actuaciones de dos horas cada una de ellas en las que seguir demostrando que la expresión corporal puede ser mucho más emocional que cualquier palabra.

Si algo caracteriza el helio, el gas noble He, es la dificultad para entrar en estado sólido, en estado inmóvil. Después de verlas bailar, la pregunta de por qué se llaman Helium resulta totalmente innecesaria. Para acabar, les pedimos una foto. En menos de dos segundos, destartalan el cuarto. Echan a un lado la mesa gigantesca y mueven las sillas. Se descalzan. Sin necesidad de ningún tipo de preparación ya las tenemos ahí: en acrobático. Se vuelven a fundir en un solo cuerpo, desordenan brazos y pies. Ellas dos son puro movimiento. Son arte.

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