Un medio de transporte universal

Elogio de la bicicleta

Barcelona se consolida como 'smart city' avanzada con la apuesta casi pionera por la bici eléctrica

XAVIER BRU DE SALA

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Una de las cosas más extrañas y mal conocidas del universo es el cerebro humano. ¿Cómo se explica si no que hayan pasado cinco mil años entre la invención de la rueda y la de la bicicleta? Todavía más extraño, por no decir estrambótico: las primeras máquinas de volar, quiméricas y alocadas pero con indicios de racionalidad, tienen cinco siglos de antigüedad. Las primeras bicicletas, aptas únicamente para funambulistas, solo dos. Y aquellos primeros trastos imposibles necesitarían docenas de años más de evolución para llegar a ser populares. El colmo de la paradoja en materia inventiva: el coche, infinitamente más complicado desde cualquier punto de vista, es más antiguo que la bicicleta. El motor de combustión interna ideado por Daimler, que es la base de los vehículos modernos, data de 1866, mientras que la bicicleta tal como la conocemos, con cadena, no aparece hasta 10 años más tarde.

Volvamos al inicio de la rueda. Al principio, se usaba para construir carros de combate, en Mesopotamia y Egipto. Al final, para idear la bicicleta. ¿Tanto costaba pasar de las dos ruedas en paralelo unidas por un eje a las dos dispuestas una ante la otra? Pues es así. La maquinita llamada cerebro pensaba que podría volar o viajar en vehículo de motor antes de observar que una cierta velocidad confería equilibrio a un vehículo de dos ruedas alineadas.

Mil millones de bicicletas

Pero desde hace más de cien años, por fortuna, disponemos de bicicleta. Y el éxito es tal, que se ha convertido en el principal medio de transporte de la humanidad. En la actualidad, existen unos mil millones de bicicletas, la mayor parte en China y la India. La bicicleta es el medio de transporte más saludable, más que andar. Después de la natación, es el ejercicio más recomendado para el cuerpo y el esqueleto, más que andar. Junto con los patines de todo tipo, es el único que no contamina. ¿Que más podíamos pedir? ¿No sentimos envidia ante los países más avanzados? Pues en Suiza, Holanda, Escandinava o Alemania, entre otros, es un medio de transporte urbano mucho más usado que aquí, y a pesar de que hace algo más de frío.

¿Por qué no tomamos ejemplo? Si algún avispado pusiera en circulación una bandera independentista con una bicicleta en medio del triángulo, en vez de la estrella, y en consecuencia Madrid prohibiera el uso de la bicicleta, cambiaría la faz de Catalunya y a millones de usuarios, reconvertidos por efecto indirecto del soberanismo en fans de las dos ruedas, les mejoraría no tan sólo la salud sino el humor, porque ya se sabe que el ejercicio físico moderado genera endorfinas y las endorfinas producen una sensación muy perceptible de bienestar.

Las subidas como excusa

Descartada una tan benéfica prohibición, el principal problema para extender el uso de la bicicleta a las principales ciudades catalanas son los desniveles. Y pedalear cuesta arriba requiere un esfuerzo superior, para la mayoría demasiado. Las subidas, pues, son disuasorias y valen como excusa. Aquí es donde interviene, y ahora es noticia, la puesta en servicio de las bicicletas eléctricas a cargo del consistorio barcelonés. De entrada, tendrá capacidad solo para 1.500 usuarios y dispondrá de 23 estaciones, que son pocas, pero todo es empezar. La batería de la bici eléctrica proporciona un suplemento de energía gracias al cual desaparecen las subidas. Ya no habrá excusa para llenar la ciudad de carriles bici, también de la Diagonal hacia arriba, ni para ensanchar un poco la mayor parte de los carriles actuales de dirección única y convertirlos en vías exclusivas de doble sentido. Con la apuesta por la bici eléctrica, casi pionera en Europa, Barcelona se consolida como 'smart city' avanzada.

Uno de los hitos más agradables de las ciudades inteligentes es que han logrado disminuir el espacio para los automóviles, a menudo de manera drástica, y a la vez mejorar la circulación. Por este camino, y mientras no haya recursos para densificar la red de metro hasta los niveles de Londres, Nueva York o París, la apuesta por la bicicleta es la mejor opción. Y la más barata. El principal obstáculo es la peligrosidad. Todavía hay coches poco respetuosos. Todavía hay taxistas y conductores de autobús que se emperran en disuadir a los ciclistas de usar los carriles que consideran suyos con maniobras destinadas a asustarles un poco. Y a la inversa, todavía hay ciclistas que, al circular por la acera, no ceden la prioridad a los peatones de manera absoluta y sistemática. Todo acabará encajando.

Acabamos con una modesta propuesta: la Seguridad Social debería descontar el coste de la tarjeta a los usuarios asiduos del Bicing. El ahorro sería impresionante, porque los ciclistas habituales acuden mucho menos al médico que el resto de los mortales y raras veces están de baja laboral.