CARNET DE OTOÑO

Elektra, en la fría oscuridad

uego de sombras en el ambiente cerrado de 'Elektra', de Richard Strauss, dirigida musicalmente por Philippe Jordan y escénicamente p strauss  presentada en 131125175313

uego de sombras en el ambiente cerrado de 'Elektra', de Richard Strauss, dirigida musicalmente por Philippe Jordan y escénicamente p strauss presentada en 131125175313 / periodico

ROSA MASSAGUÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

  ‘Elektra’, la ópera de Richard Strauss basada en la tragedia de Sófocles, es una ópera dura donde las haya. Lo es por el drama preñado de odio y venganza que narra y lo es por la partitura que escribió el músico alemán.

Para trasladar al público toda la intensidad textual y musical, el libretista Hugo von Hofmannsthal decía en sus indicaciones escénicas que las características del decorado (la acción transcurre en el patio trasero del palacio real de los Átridas) deben ser “la exigüidad, la ausencia de toda posibilidad de escapar, la impresión de encierro”. 

El director de escena Robert Carsen ha seguido al pie de la letra estas indicaciones en la ‘Elektra’ que se representa estos días en París, en la Opéra Bastille, en una producción original del Maggio Musicale Fiorentino.

Pero la fidelidad a lo escrito por Hofmannsthal se circunscribe solo a estas ideas. El libretista veía unas construcciones a ambos lados del escenario, unas ventanas, una puerta e incluso una higuera retorcida, ausentes de la producción parisina.

Lo que ha hecho el director de escena es circunscribir la acción dentro de una angustiosa caja cerrada, casi negra, en la que a ras de suelo se abre una cavidad donde está enterrado Agamenón, el padre asesinado por la esposa Klytämnestra y su amante Aeghist.

Es una primera indicación del simbolismo que impregna esta visión de ‘Elektra’. En esta misma tumba subterránea vive la pareja regicida como un anticipo de la muerte violenta que les espera al final de la obra.

En este espacio oscuro, Elektra, vestida de negro al igual que la hermana Chrysothemis, se multiplica en 24 réplicas igualmente vestidas de negro que repiten de forma coreográfica sus gestos. Si en ocasiones componen figuras de gran belleza, en otras, esta multiplicación simbólica de la hija vengativa distrae demasiado.

Siguiendo con los símbolos, Carsen saca de su tumba a Agamenón como si fuera Cristo. En brazos de Elektra, ambos componen una imagen de la Piedad. 

En este mundo de oscuridad en el que el iluminador Peter van Praet consigue presentar el color negro en innumerables matices, las víctimas que serán inmoladas, Klytämnestra y Aeghist, visten de blanco radiante.

Carsen es un director de escena acreditado y con una larga experiencia (este año celebra su 25º aniversario en el oficio). De él siempre cabe recordar la brillante producción en este mismo teatro parisino de una gran ‘Rusalka’. Esta ‘Elektra’ vista ahora plantea a quien escribe un problema muy subjetivo de ‘timing’ que seguramente los críticos profesionales saben superar poniendo objetividad y distancia, pero no es el caso de una comentarista diletante. 

Hace demasiado poco tiempo, el pasado mes de julio, el Festival de Aix en Provence ofrecía esta obra en una producción que sin duda pasará a la historia de la ópera dirigida escénicamente por el malogrado Patrice Chéreau, con Esa-Pekka Salonen a la batuta y Evelyn Herlitzius en el papel protagonista.

Todo lo que allí era humanidad en los personajes pese a toda su perversidad y su voluntad asesina, en París queda en una escenificación de una gran frialdad. Carsen ha realizado una operación de depuración total que va mucho más allá de lo que imaginaba Hofmannsthal para dejar solo lo más esencial y en este ir a lo único sustancial los personajes son arquetipos más que personajes.

Las voces son todas importantes empezando por Irene Theorin que interpreta a la protagonista  Elektra. Es un papel duro, durísimo, que la soprano sueca resolvió (el día 18) sin tener que recurrir al grito, pero la frialdad general de la propuesta estaba también en su voz. 

Waltraud Meier era Klytämnestra (también lo era en Aix). Riccarda Merbeth daba vida a Chrysothemis; Kim Begley, a Aeghist, y Evgeny Nikitin a Orest.

Philippe Jordan, el director musical de la Opéra de Paris, estaba al frente de la orquesta del teatro. En esta ópera de grandes sonoridades y disonancias puso el volumen suficiente sin extralimitaciones para una lectura de la obra muy correcta pero contagiada por la frialdad

PD. En esta época de penurias en nuestros teatros de ópera se agradece el programa de mano de esta ‘Elektra’ como los de antes de la crisis. Además de las informaciones puntuales (reparto, sinopsis, biografías y libreto), el programa contiene textos de Sófocles, Heinrich Schliemann (el arqueólogo que descubrió lo que se supone fue Troya), Hofmannsthal, Strauss, Marguerite Yourcenar, Siegmund Freud o Friedrich Nietzsche, entre otros. Todo ricamente ilustrado y por 12 euros.

En el Liceu, el programa de ‘Agrippina’ (10 euros), al margen de la información básica y el libreto, contiene dos artículos. Y en el Teatro Real ni se atreven a cobrarlo porque además del reparto y la sinopsis contiene un solo artículo e impreso además en un papel de poca calidad.