Elecciones o gran coalición

El problema del PSOE es que, de arrodillarse para investir a Rajoy, carecerá de autoridad para erguirse al frente de la oposición. Podemos cubrirá la plaza

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en una reciente cita con su equipo económico en La Moncloa

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en una reciente cita con su equipo económico en La Moncloa / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Erraron el tiro quienes, dentro y fuera del PSOE, identificaron a Pedro Sánchez como el enemigo de la estabilidad política y lo abatieron con el pretexto de asegurarla. A día de hoy, nadie puede pronosticar a ciencia cierta si nos encaminamos a una pronta investidura de Mariano Rajoy, merced a una abstención técnica o genuflexa del PSOE, o si los populares están construyéndose el relato para forzar unas terceras elecciones que, llegados a este punto, solo a ellos les convienen.

Queda claro que los conjurados contra Sánchez dedicaron más tiempo a planificar la reconquista del partido que a diseñar el modo de revertir el 'no es no' del PSOE a Rajoy. La batalla de Ferraz se ha cobrado las vidas del secretario general y sus fieles, pero la escabechina ha dejado a los asaltantes exhaustos, incapaces de arrastrar a todo el socialismo hacia la abstención sin mancillar la dignidad de las siglas. 

Sin moverse del sofá, Rajoy obtuvo en verano la abstención de Ciudadanos y ahora tiene al PSOE a sus pies, suplicándole que acepte la suya. El presidente en funciones sabe del pánico que los barones tienen a unas nuevas elecciones que podrían levantar el acta de defunción del partido y que, salvo nueva alcaldada, les obligarían a convocar unas primarias para elegir al candidato, cita a la que Sánchez concurriría como mártir de la 'nomenklatura' y héroe de la militancia.     

CHANTAJE O PRAGMATISMO

Al margen de la pulsión homicida, común a todos los partidos, al PP le asiste la razón cuando arguye que la investidura no basta para dar estabilidad al Gobierno. La exigencia de los populares se puede tachar de chantaje o achacar al pragmatismo, pero lo cierto es que España necesita aprobar unos presupuestos, atender sus compromisos con la UE y afrontar reformas de calado, retos inalcanzables sin algún concurso del PSOE. Su problema es que, de arrodillarse en la investidura, carecerá de autoridad para erguirse al frente de la oposición. Podemos cubrirá la plaza.

Este es el dilema que afrontan los socialistas: elecciones o gran coalición, aunque sea encubierta. Solo cabe esperar que lo diriman con mayor acierto que en las últimas fechas.