monólogos imposibles

El vasco romanizado

dominical  numero 626 seccion barril Xabi Alonso

dominical numero 626 seccion barril Xabi Alonso / periodico

JOAN BARRIL

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He pisado muchos campos de fútbol a lo largo de todo el mundo. Pero ninguno de esos céspedes es comparable a los recuerdos que tengo de mis partidos en la playa de La Concha de San Sebastián, cuando el ruido de la bajamar sonaba a aplausos de una invisible hinchada. He estado muchos años echando en falta ese tacto de la arena mojada que me daba alas en los pies. En Liverpool no hay más que guijarros, en Madrid solo hay adoquines. Ahora me voy al Bayern a ponerme las botas porque un amigo me necesita y me reclama. No me lo pensé dos veces cuando Pep me dijo que me fuera. No es tonto ese Pep. Con la famosa décima en el bolsillo y con un entrenador que nunca sabes si le caes bien o simplemente te mantiene por el qué dirán, prefiero irme a Alemania. Nagore, mi mujer, está de acuerdo y a mis hijos les convendrá aprender una lengua distinta. ¿Acaso Pep no llegó a chapurrear alemán con seis meses de lecciones?

Yo no conozco a esos bávaros. Pero empezaba a estar cansado de tanta reverencia hacia Florentino. Una cosa es el arbitraje y otra es la arbitrariedad. Y no he llegado a este deporte para tener que someterme a esas pequeñas humillaciones propias del que está acostumbrado a decir que quien paga manda. Pues no. Pep ha dicho de mí que me necesita y que soy muy inteligente. Pues no se hable más. Me miro en el espejo y me veo como un tipo realmente inteligente. Así lo han debido intuir en más de una ocasión los de la revista 'Vanity Fair', que me han convertido en un 'sex symbol' internacional para mayor orgullo de Nagore. Y por si fuera poco, debo correr para huir del aliento de los sabuesos de Hacienda, que me reclaman seis millones de euros como si fuera un Pujol cualquiera. Yo, que he estado en la Roja, me estoy poniendo morado de rabia. Me dan ganas de volver a la playa de La Concha a sentir en las plantas la humedad del fútbol que solo es fútbol, sin necesidad de fotografías y de eso que se llama “cesión de los derechos de imagen”, que es en el fondo una manera de ceder mis dineros a un Estado que persigue a los héroes y que nos quiere devolver a la mediocridad.

O sea: que soy el futbolista más sexi del mundo y eso también debería formar parte de la llamada marca España. Pero eso no lo ve Florentino, encaprichado en todo aquello que venga de fuera y negligente en lo que el Madrid tiene dentro de sus tripas. ¡Qué guapo fue Beckham! ¡Qué alto parecía Bale! Pero ese criterio no lo aplicó al fideo Di María, al que despidió sin pena ni gloria. Eso es la arbitrariedad y de esta manera no se hace un equipo. Toda Europa sabe de la fiabilidad que represento. A otros se les tragó la Champions, pero a mí la décima no me basta. Voy a hacer lo imposible para conquistar una copa más con otros colores. Porque una cosa son los colores, pero otra muy distinta es lo que se lleva entre las piernas. Lo que Florentino no quiere ver es en cambio dogma de fe para Emidio Tucci. Ese es mi verdadero patrón. Continuaré con mi mirada entornada luciendo la figura de vasco romanizado. La gente me hará fotos tomando un café o llevando a mis hijos a la escuela. Y lo de los goles se dará por añadidura. Ganar o perder me importa poco cuando Florentino me ofrece la sumisión a bajo precio y Pep me garantiza la libertad y esos pequeños mimos que me permiten brillar en el gran universo del fútbol mundial. Tal vez ir al Bayern es una manera de demostrar mi inteligencia natural. Nunca sabremos certeramente hacia dónde vamos, pero nos basta continuar convencidos del lugar de donde hemos de escapar.