GEOMETRÍA VARIABLE

El triángulo Mas-Rull-Duran

JOAN TAPIA

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En Convergència el líder, antes Jordi Pujol, ahora Artur Mas, siempre tiene la última palabra. Por eso, exagerando, se dice que peca de leninismo. La cúpula unipersonal tiene poder absoluto. Si usted lo duda, acuérdese de Miquel Roca.

Pero en tiempos revueltos los impacientes crecen y se multiplican. CDC lo tiene complicado. Las elecciones están convocadas para el 27 de septiembre con ocho desestabilizadores meses de anticipación. Es impensable que Mas se eche atrás (ha dado su palabra y tiene antes el 11-S del 2015). Y los resultados son muy inciertos. La lista única que ambicionaba Mas ha naufragado, no está claro que CiU (si aún existe) quede por delante de ERC y tampoco es imposible que la suma de CiU y ERC no logre la mayoría absoluta de 68 diputados (ahora tienen 71).

Y aunque el 'president' es correoso, en CDC hay atolondrados. Algunos creen que encabezar el independentismo exige contundencia para tapar la boca a ERC, poder pactar cuanto antes la hoja de ruta común y volver a intentar que Oriol Junqueras reconsidere la negativa a la 'llista de país'. Y para eso Unió, o como mínimo Josep Antoni Duran Lleida, que no se cansa de decir que aspira a un pacto confederal con España, es un maldito estorbo. ¿Cómo se puede exhibir músculo independentista en alianza con el inventor de la pecaminosa tercera vía?. Conclusión: hay que desprestigiarlo como hombre del pasado, proclamar que las "patrióticas" bases de Unió se distancian de él y procurar desembarazarse de él cuanto antes. Por eso Josep Rull, que, aunque reflexivo, es el jefe de los impacientes, dio la orden a sus diputados el pasado jueves de poner en ridículo a Duran y votar diferente respecto a la admisión a trámite del proyecto de ley antiyihadista PP-PSOE. Y acto seguido el agit-prop convergente aplicó a Duran las mismas caricias con las que hace unos meses trató a Pere Navarro.

Pero Mas tiene presentes otros datos. Uno, el tirón de Duran en el campo moderado es muy alto, incluso superior al de Unió. Dos, romper antes de las municipales podría ser catastrófico porque acarrearía una crisis de gobierno (los tres 'consellers' de Unió salieron en tromba a defender a Duran) y podría hacer tambalear la frágil mayoría soberanista. Tres, Mas sabe que para ganar necesita votos moderados. Y Unió-Duran son un aval que hasta ahora ha servido para hacer tragar propuestas radicales. El 'president' se beneficia así de la prudencia de Duran como Felipe González lo hizo durante muchos años del "izquierdismo" de Alfonso Guerra. Un día se acabó y no fue bueno para el PSOE.

Mas sabe que Duran tiene líneas rojas, pero preferiría arrastrarlo a su aventura aunque fuera como socio renqueante. O, como mínimo, no precipitar el divorcio. Por eso llamó a Rull y le dijo que la bronca del jueves pasado se debía enterrar. Por eso ayer la dirección de CiU arropó a Duran y culpó de la crisis a un simple malentendido. Sí, un desajuste entre los chicos de Rull con prisas por soltar amarras y reconvertir CDC y los cálculos de Mas, que habla de refundar y se ha convertido al independentismo, pero sabe que la fuerza de CDC siempre ha sido encarnar al mismo tiempo el catalanismo y la moderación, haber sabido 'tocar de peus a terra'.

Pero el gran problema es que tanto Mas como Rull tienen razón. Romper ahora con Duran Lleida es abrir una crisis imprevisible de final incierto que podría liquidar la actual mayoría parlamentaria. Pero seguir con Duran será imposible si se compite en maximalismo con ERC. Lo que son las cosas, Mas quería una lista única y al final se puede encontrar con tres: la de ERC, la de CDC y la de Unió. O incluso alguna más si la ANC derrapa.