Pequeño observatorio

El tren que borra el paisaje

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Lo explicaba Adrián Foncillas en este diario. En Japón se ha inaugurado un nuevo tren bala. Un tren que supera a los ya existentes porque llega a la velocidad de 603 km por hora. Realmente, una barbaridad, tratándose de un tren. Pero quizás ya no deberíamos hablar de tren. Un tren es una sucesión de vagones remolcados, y este modernísimo no presenta el tradicional encadenamiento físico a partir de la máquina. Que todo ha cambiado radicalmente lo demuestra que incluso ha desaparecido el nombre de 'tren' y ahora es bautizado como Maglev.

Fui a Japón en 1970, cuando se celebró la primera Expo organizada en Asia. Tengo algunas recuerdos de aquella experiencia. Quizá lo más impactante fue ver el extenso espacio de la Expo ocupado por cientos de grupos escolares japoneses, que se apelotonaban para ir de un pabellón a otro, siguiendo disciplinadamente las banderolas de los guías.

Confieso que conservo pocos recuerdos precisos de la semana que fui a Japón, quizá porque llegué después de casi un mes intensamente vivido en la India, en Nepal, en Tailandia, donde pude acercarme a unas formas de vida apasionantes y multiformes. Probablemente porque no eran países inventores, y el Japón que se me grabó era el de la expansión de la tecnología.

Ahora, con el revolucionario Maglev que circula a 603 km por hora, flotando sobre 10 centímetros de raíles imantados parece que se han acabado los tradicionales vehículos remontados. El Maglev que no arrastra, sino que vuela. De todos modos, si me permiten, la palabra 'viaje' no me parece muy adecuada en este caso. No sé cómo se dice, en japonés, traslado o desplazamiento. ¿'Ita denso', o quizá 'tenkyo'? No sé interpretar exactamente el diccionario. Pero seguro que no quiere decir paisaje. A tan alta velocidad no se puede ver nada. A tan alta velocidad, el mundo se borra.