La clave

El tiempo pasará... o no

ALBERT SÁEZ

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Hasta hoy, el análisis de la actual cuestión catalana se ha limitado en España a considerar que se trata de una quimera del president Mas y del sector facineroso de la familia Pujol que el tiempo resolverá como la fruta madura en el árbol. Se conjugan en este erróneo análisis la tradicional hidalguía castellana, el pragmatismo gallego, la impotencia intelectual del federalismo  y la desfachatez de cierto Madrid mediático y empresarial que ha boicoteado todo intento de atender la reivindicación catalana por la vía constitucional, desde el que formuló un antiguo «español del año» como Jordi Pujol hasta el que encabezó Pasqual Maragall, el alcalde de los Juegos del 92.

La petición que formularán este martes los tres diputados en nombre de la mayoría del Parlament supone subir un escalón respecto de la que protagonizaron en el 2005 sus predecesores: entonces pedían más autogobierno; ahora, celebrar una consulta sobre la independencia. La respuesta será la misma que le dieron a Ibarretxe: se puede pedir cualquier cosa pero hay que seguir los procedimientos. Nadie pensaba entonces ni en las mesas petitorias del PP para conseguir en la calle lo que no podía obtener en el Congreso ni en las recusaciones cruzadas de los magistrados del Tribunal Constitucional que acabaron en el pacto de la Maestranza.

Ustedes que pueden...

Lloverá sobre mojado. El discurso de los diputados catalanes será, nueve años después, la traducción política de la desafección que pronosticó el president José Montilla. El tiempo pasa y los problemas, en lugar de solucionarse, se engrandecen y los abismos son más insalvables. Parece mentira, porque la solución no es mágica pero bastaría algo de coraje político.

Harían bien los diputados del Congreso en leer dos documentos  antes de tumbar la propuesta del Parlament: la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la declaración de soberanía y el informe de la Fiscalía General para oponerse al procesamiento de Mas. Encontrarían allí el eco de aquellas palabras de Gemma Nierga que tanto disgustaron a Aznar: «Ustedes que pueden, dialoguen». Pues eso.