Análisis
El separatismo como mazapán
Sin la movilización en el área metropolitana, el independentismo tendría la mayoría en votos y Junts pel Sí, la absoluta en diputados
Los resultados del domingo arrojan una conclusión clara: el separatismo no logra la mayoría de los sufragios en el autoplebiscito que se había montado. No estábamos ante ningún referéndum, pero los partidarios de la secesión exprés habían querido contarse mediante una espectacular pirueta para calibrar sus fuerzas, que nuevamente demuestran ser insuficientes para tamaña empresa. Cualquier intento de llevar adelante un proceso de secesión unilateral chocará con esa evidencia que recogía ayer toda la prensa internacional.
Es imposible argumentar que existe un mandato popular para saltarse la legalidad democrática con menos del 50% de los sufragios. Hay que recordar que, en el 2007, Artur Mas afirmaba que «para pedir la independencia haría falta como mínimo el 66% de los votos, los 2/3 necesarios de los diputados para cambiar el Estatut». Y que, en el 2011, rechazaba «un planteamiento cortoplacista que pasara por dividir la sociedad catalana en dos mitades». Por desgracia, en ese drama estamos ya instalados porque el nacionalismo ha entrado en un proceso de radicalización, a rebufo del oportunismo fallido de Mas para adelantar las elecciones en el 2012. La consecuencia es que hoy Catalunya está quebrada, rota.
La participación récord en estas autonómicas impide seguir hablando de una Catalunya silenciosa. Ahora ya sabemos lo que opinan los catalanes. Y en este contexto, hay que empezar admitiendo la sólida fortaleza del independentismo. Ciertamente ha logrado una penetración social muy alta. En buena medida es el resultado de tres años de agitación y propaganda en todos los formatos posibles, una campaña que ha llegado hasta el último rincón de la geografía catalana.
Un movimiento denso
La figura del suflé separatista desinflado tras el 9-N siempre fue un análisis equivocado. Como fenómeno es más parecido a un mazapán de Navidad, dulzón pero con mucha almendra. Un movimiento social denso y por ahora impenetrable a otros argumentos, fervoroso e hipermovilizado gracias al azúcar que a diario proporciona el sistema catalán de comunicación hegemonizado por los medios públicos de la Generalitat y el grupo Godó.
Ahora bien, los éxitos o fracasos en política se miden siempre en función de las expectativas. Hoy sabemos que sin esa movilización electoral tan espectacular en el área metropolitana, el independentismo hubiera logrado la mayoría en votos y Junts pel Sí, la mayoría absoluta en diputados.
Pero eso no ha sucedido y tiene tres importantes consecuencias. Primero, Artur Mas queda en manos de la CUP y su investidura es incierta. Segundo, el bloque contrario al derecho a decidir (Ciutadans, PSC y PP) suma 52 diputados (cuatro más que en el 2012), e impide que haya una mayoría de 2/3 para cualquier cosa que sea saltarse la ley. Y, tercero, entramos en una larga fase de empate de impotencias. Ni unos ni otros ganan o pierden de forma absoluta.
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