ANALISIS

El rapto de Europa

ROSSEND DOMÈNECH

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Desde la óptica de la historia reciente -a partir de 50 años atrás y a 50 años vista-, cuanto está sucediendo desde el referéndum griego es positivo para la Unión Europea, porque ha creado un trauma y la Historia, como las personas, avanzan gracias a las crisis, según explican los historiadores y los psicólogos de la edad evolutiva. Todas las transformaciones políticas en cualquier país se han decidido después de traumas, que han conllevado «lágrimas y sangre», como podría decir Winston Churchill.

La Comunidad del Carbón y del Acero, primer embrión de la UE, surgió después de entre 60 y 73 millones de muertos de la segunda guerra mundial. Las verdaderas primeras instituciones económico-financieras de la UE se han modulado a raíz de la crisis actual, comenzada en el 2007 en EEUU.

El trauma griego ha quitado el último velo a la coartada de muchos europeístas de boquilla. Altiero Spinelli, autor del famoso y entonces utópico 'Manifiesto sobre el futuro de Europa', elaborado en 1941 en el exilio de la isla italiana de Ventotene, podría estar pasablemente satisfecho.

Días atrás, un puñado de economistas y líderes y exlíderes de la izquierda continental publicaron en el 'Financial Times' una llamada a ser razonables. Lástima que no lo dijeran 15 o 20 años atrás, cuando con los derivados y otras falacias financieras se fraguó la situación actual. O que los líderes de la izquierda histórica no hubiesen proporcionado una receta distinta a la de la derecha para afrontar la crisis del 2007, cuando gobernaban en varios países y aprobaron o apoyaron las recetas neoliberales que ahora combaten. Algunos de estos líderes participaron este domingo en las manifestaciones de Atenas a favor del 'no'.

AJUSTES DE CUENTAS

Setenta años atrás, los países de la UE se batían a cañonazos y hoy se pelean por salvar a los bancos de este o aquel país. Frente al referéndum griego, varios líderes de la UE han entrado a golpe limpio, como si fuese de cajón, en los asuntos de Grecia, algo que nunca se había visto. Algo positivo, se podría añadir, respecto a la hipocresía anterior de no inmiscuirse en los «asuntos internos», salvo para condicionar las políticas de sus gobiernos desde Bruselas.

Los griegos tienen sus culpas. En los años de vacas gordas, los Gobiernos socialistas y conservadores regalaron dinero de los fondos europeos directamente a las familias, en lugar de construir infraestructuras o rehacer hospitales y escuelas. No importaba si el Estado helénico falseaba las cuentas oficiales, si una agencia de calificación los certificaba y unos funcionarios de Bruselas los aceptaban como buenos. Mientras, los bancos de Alemania ganaban unos 150.000 millones apostando por financiar la elevada deuda.

El trauma de Europa raptada y violada por Zeus ha puesto dramáticamente sobre la mesa la cuestión de la gobernabilidad europea. Lo que muchos ya decían, pero un paso más allá de donde nos encontrábamos. Se puede esperar que los líderes políticos actuales sepan aprovechar el momento sin atascarse en quitas, corralitos, ajustes de cuentas y cosas peores.

La semana próxima la Eurocámara votará si cada uno de nosotros puede o no tomar fotos para uso público de los monumentos y edificios históricos que visita y la pasada semana Bruselas abrió un expediente de infracción a Italia porque prohíbe elaborar quesos si no es con leche que sea leche, lo que parecería lógico. ¿No tienen nada mejor que hacer? «Un político tiene como horizonte las próximas elecciones; un estadista las generaciones venideras», dijo Alcide De Gasperi, uno de los fundadores del primer embrión de la UE.