El proceso y los 'Diez negritos'

ENRIC HERNÀNDEZ

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El Parlament apostó el 13 de marzo del 2013 por "iniciar un diálogo con el Gobierno del Estado para posibilitar la celebración de una consulta a la ciutadanía catalana para decidir sobre su futuro". Apoyaron el texto CiU, ERC, PSC e ICV: 104 de los 135 diputados, el 77% de la Cámara. El 12 de diciembre del 2013, CiU, ERC, ICV y la CUP, con 87 diputados, pactaron convocar la consulta soberanista del 9 de noviembre del 2014. Luego Esquerra avaló a regañadientes el 9-N alternativo de Artur Mase Iniciativa, con 13 diputados, se desmarcó del mismo. Ya solo quedaban 74. Al fin, de la hoja de ruta independentista de CDCERC y las entidades soberanistas se ha descolgado también Unió, con 13 escaños. Con el resultado de las elecciones del 2012 en la mano, el frente soberanista --hoy nítidamente secesionista-- solo cuenta con 61 diputados, lejos de la mayoría absoluta.

El divorcio entre Convergència y Unió, tras 37 años de incómodo pero fructífero maridaje, evidencia que el llamado proceso soberanista se asemeja cada vez a los 'Diez negritos' de Agatha Christie: cada capítulo se cobra la vida de un nuevo personaje. Objetarán los incondicionales de la causa que esta depuración fortalece su empresa, pues los desertores eran en verdad impostores, topos que solo pretendían sabotear desde la sala de máquinas el tránsito de Catalunya hacia su plena soberanía. Pero si su propósito es obtener en las urnas del 27-S el mandato democrático que no pudo suministrar la consulta alternativa del 9-N, no parece que la mejor idea sea fragilizar sus apoyos políticos -- y sociológicos-- en aras de la pureza de los fines.

Así parece entenderlo el líder de la ANC, Jordi Sánchez, partidario del acercamiento a quienes creen más en un proceso constituyente que en la independencia. Su cita con Ada Colau, clave para el 'sí' de ERC a su investidura, lo sitúa en las antípodas de la hostilidad que CDC dispensa a la nueva alcaldesa.

Nuevas complicidades

Ahora el independentismo debe ajustar sus cuentas en las urnas, pero tras el 27-S alguien tendrá que tejer nuevas complicidades para que el frentismo y la fragmentación electoral no aboquen a Catalunya a un callejón sin salida.