El Gobierno y las leyes

El PP y el gran desorden

La actividad legislativa durante los últimos cuatro años ha sido caótica, perversa e intrusiva

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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Se dice que un partido de derechas es un partido de orden. En el caso del PP es así solo en una materia: el orden público. ¡Le encanta! En eso ha sido fiel a ese principio, y de modo extremo. Con la excusa de la seguridad ha sacrificado y arrasado sin recato derechos humanos y libertades básicas. Pero en otras áreas, en cambio, el PP ha sido en estos cuatro años el partido del gran desorden. Me refiero a una de las manifestaciones del poder: el BOE. Allí se publican las leyes, los decretos y otras decisiones relevantes del Gobierno.

Pues bien, la actividad legislativa de este tiempo ha sido caótica, perversa y de una total intromisión (igual que con el poder judicial) en la tarea de quien tiene esta función: el Parlamento. Primero, porque siendo función de este elaborar leyes, el Gobierno, que puede dictar normas pero solo en casos de extraordinaria y urgente necesidad, ha convertido esta función excepcional en algo constante. Jamás en democracia un Gobierno había hecho tal abuso de los decretos leyes.

Estos tienen el mismo valor que una ley deliberada durante meses en las Cortes y que entra en vigor tiempo después. Pues bien, se prescinde de eso y de repente, un día, un temido viernes (día que se reúne el Consejo de Ministros), te anuncian en la televisión, cuando estás tomando unos espaguetis, que han aprobado una norma que altera ya mismo tu situación como usuario de la sanidad, como funcionario, como pagador de impuestos, como cotizante de la Seguridad Social, como persona con dependencia, etcétera, y que será obligatoria inmediatísimamente.

A ese vicio se suman otros que revelan el desorden legislativo que ha caracterizado al PP. Así, la aprobación de leyes trampa en las que, refiriéndose el título a una materia, luego, escondidas al final, te encuentras otras disposiciones que contienen cambios de otras materias absolutamente ajenas al título. Es como si vas al cine a ver Donald y sus sobrinos patosos y te cuelan, por ejemplo, escenas eróticas cutres que nada tienen que ver con lo que se anunciaba. ¡Qué sobresaltos!

Es muy frecuente que estas supuestas reformas (que se esconden dentro de otras) respondan a intereses vergonzantes y difusos. Esto lo ha hecho el Gobierno del PP con frecuencia. También está la promiscuidad o -si me permiten la expresión- diarrea legislativa: leyes que sobran. El Gobierno cree que cambia la realidad a base de leyes, cuando hay ámbitos (como la lucha contra la corrupción) en los que solo se puede hacer modificando actitudes o haciendo cumplir las normas vigentes. También es apreciable la tremenda vanidad de los ministros autores de leyes, empeñados en pasar a la historia como reformadores con su firma en el BOE junto a la del jefe del Estado.

Hay otros casos en que se legisla a golpe de telediario. Acontece algo, generalmente trágico, y sale (de su madriguera) el ministro del ramo (y de la rama) y dice que va a modificar la ley. Acaba el parte (TVE) hablando de meteorología (y de Cristiano Ronaldo, por supuesto) y ahí quedó el asunto. Se secaron el ansia de repulsa y el afán salvífico de las leyes y a otra cosa, mariposa.

Otros son los casos en los que las leyes, en esa hiperproducción, cambian con tanta frecuencia y compulsión que a veces se modifican poquísimo después de haberse reformado y cuando este anterior cambio no ha entrado todavía en vigor. ¡La locura, el frenesí, la histeria legislativa!

¡Ah, y los amigos! ¡Qué importantes son en la vida! El PP les ha cuidado y ha sido comprensivo con quien le ayudó. La Púnica y la Gürtel muestran que tenían más amigos que un adolescente en Facebook. En cuatro años, unas cuantas veces (sobre construcción en zonas de costa, amnistía fiscal, empresas eléctricas o suministradoras de energía, etcétera), el PP no ha tenido recato en legislar para favorecer al amigo o a determinados intereses espurios.

Hay otras virtudes que adornan la actividad legislativa del PP: el modo de evitar que alguien le pueda hacer alguna observación. Aunque tiene okupados todos los órganos de informe (los de control están anulados), evita todo riesgo de que se cuele una mínima crítica o se dilate algo. Hay proyectos de ley que requieren un previo dictamen del Consejo de Estado o del Consejo General del Poder Judicial. Pues bien, hay casos en que, por los motivos indicados, se introducen esas materias en fase de enmienda en el Congreso o, peor aún, en el Senado, evitando así el dictamen previo y hurtando o limitando el debate. Como trampas al solitario, en el sentido de que creen que juegan solos como propietarios del poder, porque de las demás fuerzas políticas han pasado absolutamente.

Ya verán cuando sean desalojados del poder en tres meses. Exigirán consenso. ¡Capaces son!