La rueda

El pobre papel de la prensa

Unos medios de comunicación libres y activos son ingredientes claves de la democracia

CARLOS ELORDI

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La gente que se interesa por el devenir político, que no es poca, está desinformada. O, cuando menos, lo está mucho más de lo que lo estaba hace 10 o 15 años. Sabe, más o menos, por donde van los tiros, toma posiciones, tiene ideas bastante claras respecto de cuestiones como la corrupción o la marcha económica del país, pero desconoce lo que se está cociendo en el mundo de la política. Porque nadie se lo cuenta. Salvo algunos apuntes sueltos, la prensa, entendida como los medios de comunicación, lleva tiempo sin cumplir esa función.

La información que llega al público es la que han cocinado los gabinetes de comunicación de los partidos políticos. Las llamadas filtraciones son casi siempre, o siempre, instrumentos de operaciones de guerras internas, nunca fruto de una investigación periodística autónoma. Las interpretaciones de una y otras que hacen tertulianos y asimilables, no suelen ser análisis, sino reproducción mimética de la vacía polémica partidaria. En forma de espectáculo, normalmente lamentable.

El poder que el Gobierno del PP y los grandes bancos tienen en los medios no explica por sí solo que la prensa se haya alejado tanto de las demandas de su público potencial, el que quiere saber. La enorme crisis que ha sufrido el sector -su tasa de paro debe superar la de la construcción- es un factor tanto o más importante. Los medios no investigan nada porque no tienen personal para hacerlo ni dinero para financiarlo. Bastante hacen con salir todos los días.

No se les puede pedir más. Pero su fracaso afecta gravemente a la calidad de nuestra democracia. Una prensa libre y activa es un ingrediente fundamental de la misma. Porque es el vínculo principal entre la política y la gente, entre los partidos y la opinión pública formada, que es amplia y de muy buena calidad. Sin tapar ese agujero seguiremos yendo mal.