La rueda

El paro envilece a España

Que una cuarta parte de la población laboral no tenga trabajo define el desastre del país

CARLOS ELORDI

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Dando por buena la información del Gobierno, es decir, despreciando eventuales y nada complejas manipulaciones, al final de noviembre 4.512.116 personas estaban registradas en las oficinas de empleo. Muchas, tal vez más del 25%, están así desde hace más de dos años. La EPA, que es la estadística que tiene validez internacional, dice que hay casi otro millón más de parados, pero que estos no se registran porque creen que no vale para nada.

Sea cual sea la fuente, pero peor si es la segunda, la conclusión es la misma. La de que asistimos a una tragedia. Que un país, su sistema económico y político, sea incapaz de dar trabajo a un cuarto de su población laboral define mejor que otra cosa el desastre en el que España se halla sumida. Sin que, además, se atisbe solución alguna al problema. Sin embargo, los portavoces oficiales proclaman que los datos de noviembre son buenos, porque el paro registrado ha caído en 14.688 personas respecto al mes anterior. Y nadie se indigna ante tal complacencia culpable. Nadie se atreve a señalar que es muy posible que buena parte de ese exiguo recorte se deba al retorno de emigrantes y a la marcha, que no para, de jóvenes al extranjero.

En el lamentable debate político de cada día, el asunto del paro lleva mucho tiempo proscrito. Porque es muy antipático, porque nadie tiene nada nuevo que decir al respecto. Y porque ahondar en el mismo implicaría decir que la banca incumple su función de financiar al sistema, que los empresarios no invierten porque no ven inversiones rentables, que el Estado ha dejado de existir en la economía y, sobre todo, que no hay proyecto para sustituir al modelo del ladrillo. Debatir sobre el paro lleva a denunciar el fracaso de las clases dirigentes. Pero callar al respecto envilece a esas clases y, en última instancia, también a la sociedad.