La rueda

El pacto es una esperanza

La concepción del poder deberá cambiar para asumir la dialéctica de los acuerdos políticos

CARLOS ELORDI

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No hay pronósticos fiables sobre los resultados del 24 de mayo. Cualquier sorpresa es posible. Desde la que muchos de los hoy indecisos se inclinen al final hacia los partidos de siempre, hasta la contraria. Es decir, la de que no pocos de ellos voten por Podemos y Ciudadanos. Con todo, la impresión generalizada de los que saben es que escasearán las mayorías absolutas y que cuatro partidos tendrán que acordar fórmulas para gobernar en buena parte de las plazas hoy en disputa.

Bastante más que la entrada en escena de dos nuevas fuerzas o de la pérdida de poder del bipartidismo, esa es la gran novedad que van a aportar estas elecciones. Porque, con la excepción del tripartito catalán de hace unos años, en España no existe experiencia alguna de ese tipo de práctica política. El PP la demoniza agitando el fantasma de la ingobernabilidad, los demás no hablan de esa hipótesis cada vez más plausible. Porque no se han parado a pensar en ella o porque no saben qué van a hacer si esta se verifica. Aunque el interés en no mojarse antes del 24 de mayo puede ser la razón principal del atasco poselectoral andaluz, este también sugiere lo difícil que va a ser asumir la dialéctica del pacto. La concepción misma del poder va a tener que cambiar para que este sea posible y eso no es fácil de aceptar de un día para otro.

La solución no va a ser un reparto de cargos a la vieja usanza. Los nuevos partidos no van a enajenar su potencialidad de crecimiento por unas migajas. Van a exigir que los acuerdos impliquen también concesiones programáticas, mayores o menores, según los casos. La lucha contra la corrupción seguramente ocupará un lugar importante en ese entendimiento. La cosa puede terminar como el rosario de la aurora. O puede no salir mal del todo. Y si esto último ocurre, la democracia española habrá empezado a regenerarse.