Análisis

El olvido del riesgo

NARCÍS PRAT

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Alarma social, 440 desalojados en Vielha, carreteras inundadas, peligro de desbordamiento del Garona... Un hecho excepcional, según nuestros responsables políticos. ¿Será culpa del cambio climático? En el café del pueblo lo tienen claro: «Es que los ríos están sucios, hay que limpiarlos». El agua no era noticia desde el año 2008 -desde la sequía- y, como siempre, ahora nos vamos al otro extremo, al agua como peligro.

Lo que está pasando en el Pirineo no es nada excepcional. Ha pasado otras veces, aunque es un hecho poco probable. La diferencia entre este evento de crecida de los ríos y los anteriores es que nuestra percepción del riesgo se diluyó durante los años en que el río no crecía tanto. Con la presión urbanística nos olvidamos de que el río Nere, que pasa por el centro de Vielha, podía llegar a ser un gran río y lo metimos entre dos paredes que se pusieron lo más cerca que se pudo del cauce. Cuando escribo este texto, el Garona está a 20 centímetros de desbordarse porque le hemos puesto paredes para proteger construcciones que están en zonas inundables (de periodo de retorno de más de 150 años, pero inundables). Las carreteras están cortadas porque los que las construyeron forzaron el recorrido del río y no tuvieron en cuenta que las crecidas, además de agua, llevan barro y troncos, con lo que algunos puentes quizá no tienen la luz necesaria para que pase todo. Ahora mismo estoy viendo un puente en el que el agua está a punto de desbordarse. ¿Culpa de los árboles que lleva el río? No, culpa de un puente mal diseñado, quizá construido rápidamente y forzando la máquina para que el funcionario de turno diera el permiso. Ya se sabe que el problema es siempre de alguna Administración, y en épocas de vacas gordas todo el mundo tenía prisa por construir y nadie pensaba en el riesgo de la inundación.

Nuestra cultura del riesgo es olvidadiza: cuando no llueve no pensamos en las inundaciones. El año pasado se recordó el 50 aniversario de las famosas inundaciones del Vallès, que se cobraron muchas vidas. La culpa, en aquel caso, no fue del río ni de su falta de limpieza, sino de los que permitieron que la gente se metiera dentro del río. Ahora es lo mismo: ¿quién autoriza que los cámpings, las viviendas, las depuradoras, los polígonos industriales o los pabellones de deportes se sitúen en zonas inundables? Pues todos nosotros, que cambiamos nuestra percepción del riesgo en función de nuestras prioridades. El río, la conservación de sus márgenes y sus riberas nunca ha sido una prioridad para esta sociedad. Solo nos acordamos del riesgo cuando este está a punto de ahogarnos.