Peccata minuta

El ojo y la paja

JOAN OLLÉ

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Una de las imágenes de la semana ha sido la de Fran Rivera dando un derechazo a una becerra, cría de vaca menor de dos años, sosteniendo en su brazo a su hija Carmen, de cinco meses. El grito en el cielo no lo ha puesto en este caso la antitaurinísima Catalunya, sino la Fiscalía de Sevilla a requerimiento del Defensor del Pueblo y del Menor de Andalucía, que ha abierto un expediente al torero invitándole a dar explicaciones. Antes de ser preguntado, ya respondió toreramente: «Más segura que en mis brazos no va a estar nunca», añadiendo que es un orgullo transmitir valores y tradiciones, que su padre lo hizo con él y su abuelo con su padre. Algunos colegas se han solidarizado, mientras otras voces piden que se le retire la custodia de la princesa.

La primera pregunta es si los hijos lo son de sus padres o de la humanidad entera. La segunda, si colgó la imagen con la inocencia de una foto de álbum familiar, o para dar que hablar, su otra profesión. Más preguntas serían si es adecuada la convivencia de un bebé con un rottweiler o con padres que no vigilan a sus hijos en la piscina o les pegan si lloran. Los maltratos domésticos no suelen mostrarse por las redes.

Cada colectivo tiende, inevitablemente, a generalizar las bondades de lo que estiman como propio y a estigmatizar aquello que les resulta sentimentalmente ajeno. Una de las tradiciones más enraizadas de nuestro país son los 'ya documentados en el siglo XVIII y declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2010.

El riesgo de los 'castells'

Es inmaterial porque solo cobra vida, siempre efímera, cuando el 'anxaneta', criatura de 5 a 10 años, corona la cúspide, que puede llegar a tener una altura de más de 10 metros. Pero, desgraciadamente, a menudo los 'castells fan llenya' con la caída del menor. Las imágenes 'castelleras' no solo se publican en Instagram, sino que las teles, radios y prensa les dedican generosos espacios, procurando, eso sí, evitar primeros planos de temor o pánico de los menores.

Como actividad de riesgo, también la alta belleza de los 'castells' se cobra sus víctimas mortales (Torredembarra, 1983; Mataró, 2006; Montblanc, 2011...) y, según el Hospital de Sant Joan de Déu, una media de dos 'anxenetes' al año son atendidos por graves traumatismos craneoencefálicos. No sé cuántos bebés han perdido la vida o sufrido otros males en su bautizo taurino.

Soy raro: me puedo emocionar hasta llorar viendo torear en silencio a José Tomás, pero también con el grito de las 'gralles' que anuncian el desafío al cielo. Solo pediría que, así como el toreo está brutalmente regulado, se haga igual, para evitar infortunios, con los 'castells'. Y que no nos escandalicemos tanto por la paja en el ojo ajeno.