Al contrataque

El odio está dentro

El día que la violencia sea algo personal y no de la seguridad del Estado, seremos como aquellos a los que hoy pretendemos derrotar

RISTO MEJIDE

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No me corresponde a mí sino a los expertos en terrorismo analizar en profundidad la salvajada perpetrada en París. No me corresponde a mí sino a los psicólogos y expertos en antropología social explicarnos cómo se puede llegar a concebir una brutalidad de tal calibre contra otros seres humanos.

Lo que sí me corresponde es expresar cómo me siento tras esta marea negra de tristeza, impotencia e indignación. Lo que sí sé, constato y confirmo, es que el odio está dentro. Está dentro desde el mismo momento en que los asesinos eran europeos. Al monstruo lo hemos estado amamantando aquí. Bebió y bebe aún de las ubres más oscuras de nuestro sistema, así como de nuestros turbios trapicheos con Oriente Próximo.

Pero es que tampoco hay que irse más allá de los Pirineos para encontrarse con todo tipo de odio. El odio también está dentro cuando uno condena los atentados públicamente y es tildado poco menos que de hipócrita por no haber hecho lo mismo con el de Beirut, ocurrido horas antes. Perdón, ignoré estar cursando primero de condena.

Seguir la vida sin miedo

El odio está dentro cuando ves que insultan también a colegas y amigos que, por el mero hecho de publicar mensajes que nada tienen que ver con la masacre, son acusados de no respetar el luto de las víctimas. Insólito, pero está pasando. Cuando precisamente el mayor desafío contra el terror consiste en no darle la razón, en seguir sin miedo cada una de nuestras vidas mientras las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado persiguen, cazan y ponen a los criminales a disposición judicial.

El odio está dentro cuando tengo que aguantar insultos y amenazas de muerte por expresar libremente mi opinión sobre Paco Arcadio, un ciudadano español que un día se largó a pegar tiros por su cuenta y riesgo contra los indeseables del Daesh. Pues sí, creo y sigo creyendo -como le dije a Arcadio- que cualquiera que se tome la justicia por su mano y al margen del Estado de derecho se expone a ser considerado terrorista por un tribunal. En este país sufrimos terrorismo de Estado porque alguien pensó que el fin de ETA justificaba incluso saltarse la ley. Y no. Quien disponga de la valentía que ha demostrado Arcadio para luchar contra el terror, que se aliste en un ejército legítimo. Y si no te gusta cómo lo hacen allí, lucha por ascender y para cambiarlo, pero siempre desde dentro, desde la legalidad. Porque el día que la violencia sea una cuestión personal y no de la seguridad del Estado, seremos como aquellos a los que hoy pretendemos derrotar.

Y sí, estoy convencido de que el ojo por ojo tan solo generará más tuertos. Baltasar Garzón, que algo sabe sobre este tema, me confesó una vez que al terrorista únicamente se le asfixia tirando del hilo financiero.

Pero, claro, quien esté libre de petróleo que tire la primera piedra.