La construcción europea

El mito del secuestro de Europa

La continua estigmatización de la política alemana socava los cimientos sobre los que se levantó la UE

JOSEP OLIVER ALONSO

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El acuerdo sobre Grecia ha vuelto a poner sobre el tapete el cansado debate acerca de la falta de solidaridad alemana. Cansado porque se basa en premisas falsas. Ni Alemania es menos fraternal que el resto de países ni la base de la Unión Europea ha sido nunca la solidaridad. A pesar de ello, con cada nueva crisis europea, se agranda la percepción de una Alemania cicatera y con ella las fisuras en la Unión y el desencanto por su futuro. Permítanme resumir las consecuencias de lo acaecido a partir de dos aspectos clave. Primero, la situación real, y posible, de la solidaridad intraeuropea. Y, segundo, cómo afecta la crisis griega a la construcción europea.

Por lo que se refiere al apoyo entre distintos países de la Unión, el punto de partida no puede ser otro que la legalidad definida en los tratados hoy en vigor. En ellos, la transferencia de recursos para salvar a países endeudados jamás ha existido. Otra cosa son los fondos de cohesión o los estructurales. Pero, en lo tocante a apoyar a países en dificultades, está prohibida en el Tratado de Lisboa. En su artículo 125 se afirma que ni la Unión ni los estados miembros «(…) no asumirán ni responderán de los compromisos de los gobiernos centrales, autoridades regionales o locales u otras autoridades públicas (...) de otro Estado miembro». Era la conocida cláusula 'no bail-out'. La creación de la UEM no puede implicar la transformación de la Unión Económica y Monetaria en una Unión de Transferencias entre países. Pero, atendiendo al grueso de lo publicado, parecería que Alemania se ha quitado la careta, y que los deseos de una Unión Europea más solidaria se estarían desvaneciendo. Craso error.

Si estas son las reglas, ¿cómo es posible que se hayan construido mecanismos de ayuda? Es cierto que esta prohibición ha sido forzada en más de una ocasión. La creación del Mecanismo de Estabilidad es un ejemplo. Pero la aprobación de cualquier ayuda ha requerido siempre que el Tribunal Constitucional alemán de Karlsruhe tomara cartas en el asunto. En sus sentencias ha concluido sistemáticamente que cualquier transferencia debía ser transitoria y contar con el permiso del Parlamento alemán. Por eso, el jueves 16 de julio, Merkel tuvo que convencer a sus parlamentarios de las bondades del tercer paquete de apoyo a Grecia. Porque, no lo olviden, Alemania pone encima de la mesa cerca de una tercera parte de todos los recursos.

En suma, en lugar de reconocer los esfuerzos del contribuyente alemán en la resolución de la crisis, incluso forzando los límites legales de la Unión, se ha construido una narrativa que postula una Europa insolidaria, secuestrada por la avaricia financiera alemana o, en el mejor de los casos, por su mojigata moral calvinista.

Idea de Europa

Esta creciente tensión entre el sur y el norte no es asunto menor. Por ello, un segundo aspecto, más relevante, de lo acaecido estas últimas semanas es el creciente deterioro de la idea de una Europa unida. Porque con el debate del Grexit se ha reforzado la percepción de una nueva Alemania, ahora desacomplejada, que impone su diktat a sus socios. Y con ello, reaparece la madrastra de Europa, y todos los temores que concita. La identificación de Merkel con la señorita Rottenmeier ilustra esta visión. Y las críticas de Jürgen Habermas, acusando a su gobierno de haber dilapidado el capital político acumulado los últimos 50 años, van en la misma dirección. Como europeos tenemos un gravísimo problema. Por un lado, y con una opinión que estigmatiza cada vez más a Alemania, se van socavando los pilares sobre los que se construyó la Unión. Y, ya se sabe, si la corriente es suficientemente poderosa, acabará provocando el hundimiento del edificio.

Por el otro, lo que hoy existe es lo que entre todos hemos decidido. Por ejemplo, no tenemos Constitución europea porque franceses y holandeses la rechazaron en referéndum en el 2005. Y, mirando hacia el futuro, léanse el informe de los cinco presidentes aprobado a finales de junio pasado (Completing Europe's Economic and Monetary Union). En él, Martin Schultz, Donald Dusk, Jeroen Djsselbloem, Mario Draghi y Jean-Claude Juncker dibujan lo que puede ser la UE en el 2025. Y atentos a cómo se tratan los mecanismos de solidaridad: las transferencias sin contrapartida, tal y como se hacen en España, ni están ni se las espera.

Quizá la crisis haya mostrado a muchos ingenuos una verdad descarnadala de una Europa escasamente solidaria. Quizá, ello les haga repensar todo el proyecto. Pero esta es, hoy por hoy, nuestra Europa. Y cuanto antes dejemos de creer en el mito y, en especial, en el mito del secuestro de Europa por Alemania, más avanzaremos en su construcción. Aunque los Estados Unidos de Europa queden, hoy por hoy, tan lejos todavía.

Catedrático de Economía Aplicada (UAB).