Geometría variable

El ministro Guindos y la pregunta catalana

JOAN TAPIA

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Quizás lo más nuevo en la política catalana no sea la nueva dinámica del PSC con la irrupción de Miquel Iceta, que quiere mandar (ver entrevista del domingo en EL PERIÓDICO), ni el escabroso pero continuo triángulo entre MasDuran y   Junqueras, sino la entrada en el tablero político español del empresariado catalán. Ahí está el Cercle d¿Economia tomando posición de forma clara (la pluralidad le obliga casi siempre a cierta ambigüedad) a favor de una solución negociada. Es lo mismo que acaba de repetir Isidre Fainé en una conversación con Helena García Melero en el auditorio de RBA. Pero donde el Cercle y Fainé apuntan con generalidades el presidente de Foment, Joaquin Gay de Montellà, ha planteado -en Oviedo- un menú concreto: reconocimiento de que Catalunya es una nación, pacto fiscal y blindaje de las competencias en lengua y cultura. Y añade que el pueblo catalán debería poderse expresar en referendo.

Gay de Montellà es un hombre prudente y cuando apunta una solución navarra (un pacto bilateral con el Estado) sabe que en la piscina, que no está llena, empieza a haber agua. Las relaciones entre Foment y el Cercle son ahora cordiales y tiene una conexión estrecha tanto con Fainé, el primer banquero catalán y español (el Santander y el BBVA tienen parte de sus activos fuera) como con Juan Rosell, el presidente de la CEOE. Y todo este mundo, que lleva meses advirtiendo a Mas de que la independencia sería un mal negocio para Catalunya, le está gritando ahora a Mariano Rajoy que el choque de trenes el 9-N sería un gran fiasco. Quizás liquidaría a Mas pero eso sería pésimo para España si, como consecuencia, ERC se convertía en la primera fuerza. En este caso cualquier acuerdo sería mucho mas difícil.

Y en Madrid hay signos de vida inteligente. El ministro Montoro ha dicho en privado que si Mas-Colell se olvida de maximalismos (las balanzas fiscales) hay margen para corregir el ahogo financiero de la Generalitat (300 millones cada mes). Pero lo que demuestra que las cosas se mueven es que Guindos -que pisa Europa, es escuchado por Rajoy y que muestra mucho interés por Catalunya- ha confesado a cualificados financieros catalanes que el choque de trenes del 9 de noviembre sería pernicioso para la recuperación económica, complicaría cualquier posible acuerdo posterior y además se puede evitar.

¿Cómo? Rechazada con rotundidad por el Congreso la cesión de competencias para hacer referendos, Rajoy podría tolerar una consulta de acuerdo con la nueva ley catalana si se salvan dos escollos. Que la ley sea constitucional y que se modifiquen las preguntas del Parlament para que no sean inconstitucionales. Y ha apuntado un posible arreglo: «Aprueba usted que el Gobierno de la Generalitat inicie negociaciones con el de España para que Catalunya sea un Estado». «Un Estado», punto y aparte.

Mas ya dijo en una entrevista con Ariadna Oltra en TV3 que era viable cambiar la pregunta para que se pudiera celebrar. Le costaría convencer a Junqueras y a la ANC porque «un Estado» puede ser California o un estado independiente pero sin acuerdo -como dicen Duran e Iceta- se demostrará que la consulta es en el mejor de los casos una quimera, en el peor un engañabobos.

¿Rajoy haría su mitad del camino? Sigue siendo reticente pero para todo presidente del Gobierno de España que el inicio del reinado de Felipe VI coincidiera con una crisis política de primera -el choque de trenes con Catalunya y la posibilidad de que todo pudiera acabar con la suspensión de la autonomía- sería una grave irresponsabilidad. Después de esa consulta pactada todo quedaría abierto pero la tensión habría bajado y se podría iniciar una negociación seria sobre objetivos finales y competencias concretas. Todo sería menos irracional.