ANÁLISIS

El Madrid después de Florentino

ERNEST FOLCH

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El poder no empieza su decadencia cuando se siente débil sino cuando se cree perseguido. En la madrugada del viernes, el presidente del Madrid cerró en falso el caso De Gea pero abrió un frente fatídico, el del síndrome paranoico. Por primera vez acorralado y sin argumentos, apareció en El Larguero como un ser que ya no es superior sino víctima de una conspiración judeomasónica. Tras un monólogo tan hilarante como sincero soltó una sentencia para la historia: «Me siento acosado».

Podría parecer un chiste que esto lo diga el presidente más protegido por los medios si no fuera porque denota algo mucho más grave, un estado de ánimo patológicamente victimista que anticipa próximos momentos de gloria. En este ocaso del florentinismo hay algo que recuerda los últimos estertores del nuñismo: el estado de paranoia que rodea al Madrid es solo un síntoma de su creciente sentimiento de inferioridad. Y es que la última oportunidad para la historia de Florentino fue el proyecto de Mourinho que se estrelló deportivamente y sobre todo moralmente contra el Barça de Guardiola: desde entonces ha ganado solo lo que le ha regalado el Barça, pero perdió para siempre el tren de la supremacía soñada.

El episodio del traspaso fallido de De Gea ha servido para que afloraran los problemas del Madrid en cadena: un club que va siempre a remolque y llega a todo a última hora. Un club que improvisa y sigue sin tener un plan mínimamente inteligible. Un club que ha decidido abolir la figura del director deportivo o quizás algo más innovador, confundirla con la del presidente. Y un club que paradójicamente depende de la persona que lo está destruyendo, sencillamente porque no tiene alternativa: el madridismo oscila entre unas leves críticas a Florentino, confundidas en una especie de humo periodístico que atribuye siempre la culpa a los demás, con una absoluta incapacidad para tener una alternativa. No es que el Real Madrid no tenga oposición, es que ni siquiera tiene un candidato a construirla.

Ha hecho falta la hecatombe de De Gea para que una parte de la opinión pública haya empezado a preguntarse por fin sobre cómo se gobierna un club tan importante como el Madrid. Nunca el presidente intocable había estado tan tocado, pero ya se sabe que en el fútbol la pelolita que entra es capaz de obrar milagros insospechados, y si no que se lo pregunten a Bartomeu. Pero si no se da el clásico giro inesperado de los acontecimientos que solo se da en el fútbol, será inevitable que Florentino deba por fin afrontar un lógico periodo de turbulencias en un club que no ha sabido construir ningún proyecto más allá del fracasado intento de elaborar el antídoto imposible contra el mejor Barça. Inevitablemente, el madridismo empezará a preguntarse hacia dónde va la nave. Se aproxima el momento de encarar la cuestión tabú: cómo será el Madrid después de Florentino.