Peccata minuta

El lenguaje de los bárbaros

JOAN OLLÉ

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Estoy trabajando febrilmente en la redacción de un diccionario cuyo título provisional es Diccionari tontu; sí, tontu, esa expresión sonora que proferimos y recibimos varias veces al día a pesar de que nuestras autoridades lingüísticas la desautoricen ofreciéndonos las alternativas de babau, pallús o ximple. Todo empezó cuando la niña Norma nos invitó a hablar como Pompeu manda: los viejos bussóns se convirtieron en bústies, los bucadillus en entrepans, e incluso fuimos obligados a comprar los billetes hacia nuestra corrección en la guixeta. Recuérdese el revuelo que montaron en 1986 mi amigo Ferran Toutain y Xavier Pericay con su libro Verinosa llengua, y seis años más tarde y en compañía de otros muy serios lingüistas, con El barco fantasma, expresión marítima aún prohibida por nuestra Academia. Cuando de pequeños decíamos F-3 o G-6 y nuestro adversario respondía que agua, tocado o hundido, ¿jugábamos a vaixellsnaus o navilis, o, bárbara y simplemente, a barcos? Confieso que me pasé media infancia a lomos de los cavallitus de la feria o disfrutando del suave vértigo de la nòria totalmente ajeno a los palabros cavallets, gran roda, sènia o sínia. Y no estuvo nada mal.

Catalunya, que consagra su idioma como uno de los grandes pilares de su identidad, es sin duda el país europeo cuyos hablantes cometen más desviaciones por segundo con respecto a la normativa, así como el menor generador de neologismos: ¿no hay futuro? Creo que esto no tiene nada que ver con la profesionalidad de los enseñantes, sino más bien con el contagio cotidiano -el roce crea el goce- con lo que acontece en la rúa. Les propongo un juego: a ver si son ustedes, ya doctores, ya iletrados, capaces de vivir un día entero sin soltar la expresión buenu. No se jueguen nada: perderán la apuesta.

Mi trabajo en el Institut del Teatre me lleva a compartir bastantes horas con jóvenes de 20 a 25 años, perfectamente escolarizados y normativizados, que han encontrado en el uso consciente y juguetón del barbarismo una sintonía nostálgica con el habla viva y mestiza de sus padres y sus abuelos, vetada actualmente en los medios de comunicación. Como Colau, desobedecen las leyes que no les gustan. Estoy con ellos y pienso que, hoy por hoy, el barbarismo es un producto de primera necesidad a la hora de expresar nuestros más íntimos pensamientos y sentimientos.

Minúsculas obras de arte

Tal vez seamos un pueblo de bárbaros obstinados en seguir siéndolo, pero no me digan que no es mucho más hermoso decir hermosura que no formosor o boniquesa, palabras de otro tiempo y planeta, y que lo más costumbrista y popular de nuestras almas se siente como en casa cuando pronunciamos o escuchamos minúsculas obras de arte contemporáneo como bandídu, brillu, bultu, bumbéru, burdillu bitxu (raru).