Al contrataque

El largo viaje

Los asesores de Rajoy han decretado que es hora de que el PP se enfunde otra vez el disfraz de moderado

ERNEST FOLCH

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¿Qué tiene que ver un feto con una urna? Gracias a Gallardón se ha logrado la concatenación perversa de dos hechos que aparentemente nada tienen que ver. Justo tras despeñarse por los acantilados de su propio fanatismo, el ministro moribundo aún tuvo tiempo de explicar el milagro: no comunicó antes su decisión, dijo, porque estaba preparando el recurso contra la consulta. Es decir, todos los caminos del Gobierno, incluso cuando arroja por el despeñadero a los que le incordian, llevan a la cita bíblica del 9-N. Y es que el demoníaco enlace entre el estrepitoso fracaso de la ley del aborto y la consulta que ya asoma por el horizonte no tiene, por supuesto, nada que ver con ninguna casualidad temporal, sino con un pérfido mensaje compensatorio que el PP lanza a esos ultras que desde hace tiempo, y con un oído pegado a las tertulias católicas y otro a las insumisiones viarias de Esperanza Aguirre, tienen un pie y medio fuera del partido.

Un nuevo simulacro

Ya se sabe que, cuando uno va demasiado lejos, lo peor es el regreso. Porque la noticia no ha sido la dimisión de nadie, sino que el PP coge los bártulos y emprende la vuelta al centro tras el desplome de Gallardón, que en realidad no ha sido más que el de Rajoy por persona interpuesta, fiel una vez más a su principio de hacer siempre lo contrario de lo que prometió. El PP da media vuelta, sí, pero después de una larguísima travesía a los confines extremos de la derecha extrema, a los que llegó a lomos de las salvajadas lingüísticas de Wert, de las mentiras con media sonrisa incluida de Montoro o de los plasmas de Rajoy, todo aderezado con sobres en B y los viajes gürtelianos de la ya amortizada ministra Mato. A principios de la era mariana, el PP parecía disfrutar del largo viaje hacia las tierras incógnitas del fanatismo, cuando coreaban sus gestas antirojoseparatistas en los programas en los que los días impares todo es culpa de Zapatero, y los pares, de Artur Mas. Pero Miren si no la cara de indignación que traían esos pobres desengañados antiabortistas la noche del martes ante la sede en Génova tras el rompan filas de la Moncloa, desamparados en el desierto ideológico al que los ha llevado el PP. Pero tras el varapalo de la ley humillada, y para compensar todos esos fetos asesinados por este Gobierno despiadado, viene ahora el último gran simulacro, el de la mano dura contra la consulta. Para amenizar esta degradante expedición de regreso ideológico, solo queda una carta: curar las heridas con la teatralización de la firmeza ante el llamado desafío catalán. Ya nos lo anticipó Gallardón en su lecho de muerte política: os hemos fallado, pero salvaremos Catalunya. ¿Lo ven? Todo está conectado.