NÓMADAS Y VIAJANTES

El Holocausto, zona prohibida

RAMÓN LOBO

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Si existe un tema tabú es el Holocausto: hay 11 millones de razones para no bromear con el exterminio masivo emprendido por los nazis y que acabó con la vida de seis millones de judíos. Cuando se pisa Auschwitz-Birkenau brota de dentro una conmoción absoluta, un sentirse disminuido como ser humano. Es difícil encontrar un espacio de humor y de ficción en una realidad tan aplastante.

El escritor inglés Martin Amis acaba de escribir una novela titulada The zone of interest (La zona de interés, en España la publicará Anagrama). Sus editores alemán (Hanser) y francés (Galimard) la han rechazado con argumentos sorprendentes sobre su escasa calidad. En el Reino Unido, donde se ha publicado sin problemas, la crítica es unánime: se trata de una gran novela.

El problema está en la trama, un triángulo amoroso entre un sobrino del secretario de Hitler, la mujer del jefe del campo de exterminio y un judío miembro de los comandos que vaciaban las cámaras de gas; también en el tono: irónico y cómico.

Quizá no es casual que sean Alemania, cuna del nazismo, y Francia, que tuvo una actitud lamentable con los judíos, los países más «desconcertados» con el texto de Amis, que ya había tratado el asunto en la novela La flecha del tiempo (Anagrama). La corresponsal cultural de The New York TimesRachel Donadio, que es judía, firmó una crónica en la que destacaba las críticas del crítico de Le Monde a Gallimard, editorial que publicó Las Benévolas de Jonathan Littell, en la que hay un tratamiento «comprensivo» de la figura de un oficial de las SS, y la de Die Welt, que asegura que lo más escandaloso del libro es no publicarlo.

Censura y autocensura

El contexto europeo no ayuda: existe un creciente antijudaísmo (evito adrede el vocablo antisemitismo) que recorre el continente. Está el antijudaísmo de siempre, en el que España tampoco es inocente, y el nuevo, reflejo de la situación en Oriente Próximo y de la política de ocupación de territorios palestinos del Gobierno de Netanyahu, y de los anteriores. Se confunde Israel con judíos. También es un error etiquetar a un crítico de antisemita porque los palestinos son tan semitas como los judíos. Si ocupan tierras, al menos salvemos las palabras.

La censura, la autocensura y el pensamiento único son males que se mueven desde el miedo, que acaban con la libertad de expresión y con el buen periodismo. Este clima que afecta ahora a Amis explica el tipo de cobertura informativa que hace la prensa europea y estadounidense del conflicto israelo-palestino. También tiene palabras prohibidas: apartheid, por ejemplo.

'El muro'

Una novela puede ser buena o mala, incluso irritante. Si alguien se siente ofendido puede no comprarla, tirarla a la basura o denunciarla si es que se puede encarcelar la ficción.

La revista New Yorker publica esta semana un texto de la escritora Joyce Carol Oates, que es lectura obligada. Por un lado tenemos el pesimismo de Primo Levi, motor de la novela de Amis, o de Aaron Apelfeld, un extraordinario escritor judío digno heredero de Kafka, que menciona Oates; y por otro está el cine: El hundimiento, criticada porque presentaba un Hitler normal, o La vida es bella de Roberto Benigni porque parecía tomarse a broma el nazismo.

El Holocausto es una tragedia en la que todos somos responsables. Lo somos también en los nuevos genocidios; lo somos por no imponer un mundo en el Nunca jamás que se gritó ante el horror nazi para que no fuera una palabra vacía: Camboya, Ruanda, Darfur, el genocidio cotidiano del hambre.

Utilizarlo para silenciar a los enemigos políticos, para evitar críticas a una ocupación o a la campaña militar en Gaza, es una forma escandalosa de faltar a la memoria de las víctimas. Si su asesinato nos disminuye como seres humanos, más allá de razas, creencias e ideologías, su memoria también nos pertenece, seamos o no judíos.

Roger Waters, líder histórico de Pink Floyd y autor del álbum El muro, ha tenido que defenderse en los últimos dos años de acusaciones de antisemitismo, de que El muro es antijudío porque ensalza el nazismo. Nada se dijo durante más de dos décadas mientras se representaba por medio mundo. Se acusa a Waters cuando el músico habla contra la política de Israel en Palestina.

Los editores de Amis en Alemania y Francia han preferido censurar un libro a que les acusen de antisemitas. El tiempo y los lectores dirán dónde se sitúa la zona de interés pero, de entrada, la primera derrota es la libertad, que se plegó al miedo. No es solo un problema del 2014, es un problema con el manejo de la memoria y de la culpabilidad colectiva en aquel asesinato masivo de personas inocentes.