El guardagujas del Barça

EL ADIÓS DE XAVI fue un emotivo acto en el que se reencontró todo el barcelonismo

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Ahora que se va a Catar en un viaje de «ida y vuelta» como ansía Josep Maria Bartomeu, es el momento de destapar que a Xavi Hernández se le concede la capacidad de obrar milagros. Lo ha hecho en la ciudad de los prodigios, pidiendo a sus ciudadanos culés que siguiesen confiando en el Barça; los ha obrado en el vestuario, sin ir más lejos a través, cuentan, de ese grupo de WhatsApp conocido como Golden Player que pacificó la situación tras Anoeta y los ha escenificado sobre el césped, siendo el hilo conductor de, más que un manantial, una cascada de fútbol virtuoso, fantástico.

Antes de irse, Xavi obró ayer, gracias a que el Barça, ¡por fin!, despidió a un mito a lo grande, a lo bello, a lo íntimo, a lo emocional, su último milagro: unir a todo el barcelonismo. Solo faltó el expresidente Sandro Rosell, que hizo bien en no presentarse pues igual hubiese desentonado ante tanto sentimiento. Pelopo siguió ejerciendo de lo que es: el guardagujas de la reciente historia azulgrana. Guardagujas: empleado que tiene a su cargo el manejo de las agujas en los cambios de vía de los ferrocarriles, para que cada tren marche por la vía que le corresponde.

«Suerte que no me fui»

El Auditori 1899 fue ayer la estación central del barcelonismo. Miren, si no, ese saludo sonriente ¡bien! entre Johan Cruyff y Charly Rexach. O esa manera de recibir decenas de saludos y felicitaciones de reencuentro de Andoni Zubizarreta («gracias, Zubi, por convencerme de que me quedase un año más»). O la felicidad de Llorenç Serra Ferrer «porque este encantador chico se haya acordado de mí». O Carles Puyol, a punto de saltar al césped, impecable, robusto. O Ángel Mur, capaz de masajear al primer necesitado. E, incluso, a Barto disimulando su presencia, mientras Joan Laporta entraba ya en campaña, a saco, aprovechando las cámaras de TV.

El Barça del que se despide el hacedor de los milagros, el gran capitán, no es un Barça que felicita, es un Barça que da las gracias. Porque dar las gracias, como un día me enseñó Pep Guardiola, «es mucho más que felicitar». Dar la gracias significa que aquello que has logrado para la gent blaugrana le ha producido una felicidad inmensa, no solo por los logros (Xavi persigue el sábado su título 25) sino por cómo los has conseguido. Andrés Iniesta, que escribe tan maravillosamente como juega, lo dijo en cuatro palabras: «Gracias por tanto, Máquina». Gracias por tanto…

Hubo infinitos minutos de aplausos que pudieron ser eternos, pero había que acabar pues los vampiros de la UEFA se presentaron a hacer un control sorpresa justo a la hora en que el mundo culé esperaba a su maestro de ceremonia. Ni siquiera Messi, Piqué, Ter Stegen y muchos de los «chicos», como los llama Mascherano, llegaron a tiempo. Pero de todos ellos y más, muchos más, se acordó Xavi en su listado de 65 agradecimientos, cerrado, cómo no, con papá («abre los ojos, Xavi, estás en el Barça, este tren solo pasa una vez»), mamá («si no hubiese sido por ti, mamá, hace ya tiempo que me hubiese ido del Barça y, ahora, no estaríamos aquí») y su esposa, Núria: «Nos vamos dos a Catar, pero pronto seremos tres, aunque no sabemos aún el nombre ni el número de socio».

Agusti Montal, apoyado en su bastón de barón culé, observaba mudo tanto cariño y agradecimiento. Fue una hora larga hermosísima, en la que uno podía oír gotear las lágrimas de Xavi, provocadas por Andresito («¿quién les contará ahora a los nuevos qué es el Barça, Máquina, quién?») y almacenadas en el pañuelo que Barto se sacó del bolsillo para que Xavi desparramase su llanto en hilo egipcio.

Los trenes fluían por la estación central Auditori 1899. Los ojos de Xavi, inundados de felicidad («me quedo con los amigos y las risas más que con los títulos y las conquistas»), cambiaban las agujas y todo resultaba fluido, bello, a la altura, por fin, del més que un club. Incluso el grito de Van Gaal «¡Bon día, Chavi! ¡Tú no eres muy malo, tú eres bueníííííííísimo!», resultó maravilloso. Tan maravilloso como el recuerdo de Iniesta al abuelo Jaume, «más culé que el palo de la bandera». No más que Xavi, ¿verdad?