Al contrataque

El Gran Partido

ERNEST FOLCH

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El Gran Partido no sale en las noticias, ni tiene siglas, ni sede, ni líder. Pero sin embargo es el más importante, el más movilizado y por supuesto el más votado. La noche de la liberación del 24-M descubrimos que un sentimiento invisible une como un cordón umbilical a millones de votantes de Baleares a Galicia, de Euskadi a Andalucía: el partido 'anti-PP'. En Catalunya es una opción con casi el 90% de los votos, en contraste a su reverso de la moneda, un PP catalán ya en pleno anonimato extramunicipal a punto de volverse extraparlamentario, como un Partido Humanista cualquiera. Es curioso que en un Estado con tantas opiniones irreconciliables, tantas luchas cainitas, quede aún la última idea capaz de aglutinar transversalmente a todas las generaciones y clases sociales: cualquier cosa antes que el PP. Consciente de su aislamiento, ganado a pulso en cada billete de 500 de los sobres B y en cada recurso diabólico al Constitucional, el PP lleva dos décadas gobernando contra todos, consciente de que todos, es decir el resto, estarán unidos por la ideología 'anti-ellos'.

Por eso el PP se ha empezado a deshacer como la mantequilla en pleno sol en el momento en que ha perdido las mayorías absolutas que tenía encadenadas por todo el territorio: en el partido en que bajo la sombra del bigote de Aznar crecían machos alfa como setas, negociar es por supuesto una claudicación, como deja muy claro la FAES en cada uno de sus panfletos subvencionados. Ahora ya sabemos que el 24-M se hundió un régimen, ahogado en su porquería, pero para rematarlo falta que el Gran Partido entienda que su primera misión, el punto uno de su programa para el que fue votado, es desalojar a los forajidos, si puede ser con las manos en alto y entrega de las armas, es decir, las facturas.

Maniobras de distracción

En Valencia y Mallorca, capitales y símbolos del latrocinio, el ritual debe ser más purificador, en honor a las víctimas de Fabra, Matas, Rus o Serafín Castellano. Tampoco deberíamos dejarnos engañar por burdas maniobras de distracción, como la crisis inducida de los silbatos, inventada, promovida y deseada justamente por los que dicen aborrecerlos con el fin de confundirnos.

Después de los silbatos, Génova tirará un nuevo bote de humo, otra Ana Palacio que compare a Colau con el terrorismo islámico, a la espera de que en medio de la distracción se diluya la tragedia del 24-M, la y la gran epifanía para el Gran Partido. Pero, ojo, al mandato electoral le queda un último escollo y la operación debe completarse felizmente. Que Podemos, Compromís, PSOE, BC, Ahora Madrid, ERC y CiU dejen por una vez el tráfico de cargos y dispóngase a aplicar el programa que los une a todos. El Gran Partido ganó las elecciones. Ahora les toca acabar su misión. No defrauden a sus votantes.