El fin de la recesión no es el final de la crisis

IGNACIO ESCOLAR

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Tal vez no lo sepa, pero España es hoy el «gran éxito económico del mundo», pues «ha creado puestos de trabajo como nunca en la historia» y «está en condiciones de dar lecciones» al resto del planeta porque «ha roto todos los pronósticos», porque es «el ejemplo del mundo», y porque «cuando uno examina un manual de crecimiento económico, España está en el máximo».

Todo esto, con 31 parados menos en agosto.

El autor de tan hiperbólico diagnóstico macroeconómico no es un humorista del Club de la Comedia: es el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Su triunfalista discurso de este viernes, en los cursos de verano del PP, resume uno de los errores más habituales en la política goebbeliana: que no hay nada peor que creerte tu propia propaganda. El Gobierno, atrapado entre las verdades de Bárcenas y las mentiras de Rajoy, quiere recuperar la iniciativa política vendiendo la burra más rápida de la historia: que la crisis ya se ha terminado, Rajoy mediante. ¿Las pruebas con que pedir la beatificación mariana? Tres supuestos milagros: que la balanza comercial con el exterior está en positivo, que la caída del PIB se ha detenido y que el dato de paro de agosto fue el mejor en años.

Los tres brotes verdes tienen peros notables. Las exportaciones mejoran, en parte por el desplome de los salarios, mientras que las importaciones se han reducido porque el consumo interno sigue casi congelado. El PIB ha dejado de caer, pero el crecimiento es aún ridículo; el propio Gobierno pronostica que el año que viene subirá poco más del 0,5%, después de reducirse alrededor de un 3% desde que Rajoy llegó a la Moncloa. Y el dato de paro del final del verano no anuncia un futuro mejor para el empleo, por mucho que Montoro se postule para el Nobel de Economía. Durante los últimos 12 meses, se han perdido más de 900.000 empleos. Y con un paro por encima del 25%, son los afiliados a la Seguridad Social -que siguen cayendo- y no el número de personas inscritas en el paro quienes dan la medida del mercado laboral y sus miserias.

Los problemas siguen

Pero la mayor trampa es pensar que un repunte en el PIB, en la bolsa o en la prima de riesgo son esa esperada luz al final del túnel para los ciudadanos. Los principales problemas siguen ahí, sin visos de solución a medio plazo: el brutal número de desempleados, la falta de un modelo de crecimiento que sea capaz de dar trabajo a casi un millón de jóvenes sin estudios, la ausencia de crédito, las paupérrimas condiciones salariales de los que aún tienen empleo, la fuga de cerebros y el deterioro irreversible del Estado del bienestar. De todo esto, mejor que Montoro no dé lecciones a nadie.