La clave

El Estado llega tarde

ENRIC HERNÀNDEZ

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A medida que se va acercando el 27-S se encadenan los pronunciamientos públicos acerca de las consecuencias de una hipotética independencia unilateral de Catalunya. Todo un triunfo de Artur Mas en su propósito de convertir las elecciones autonómicas en plebiscitarias, Junts pel Sí mediante: ni se ha fiscalizado su gestión al frente del Govern, ni esta se ha contrastado con el programa de la candidatura que lo investirá 'president'. Los votos, como él mismo demandaba, se contabilizarán en el bloque del 'sí' o en el del 'no', aunque el escrutinio no derribe muros legales ni obre milagros.

Tanto han tardado las instituciones y poderes económicos del Estado en reconocer la magnitud del envite independentista que ahora, cuando se aprestan a repelerlo, sus mensajes, catastrofistas y repletos de innecesarias hipérboles, componen una cacofonía de difícil comprensión para los votantes indecisos, a la vez que estimulantes para los electores ya sobradamente decididos.

O evitable, o arriesgada

Si el objetivo de tales admoniciones era movilizar al electorado contrario a la secesión, más le valdría al Gobierno no haber presumido antes de disponer de medios más que suficientes para abortarla, pues si esta no ha de producirse, difícilmente podrá acarrear los funestos efectos ahora vaticinados. Y aún menos podrá espantar a los no pocos catalanes que recelan de la misma.

Informados de que la ruptura unilateral nos dejaría fuera de la UE y del euro, con las prestaciones sociales en peligro y con severas dificultades para acceder a nuestros ahorros, los catalanes mereceríamos haber sabido antes de este domingo qué oferta atractiva nos formula o formulará el Estado, en contraposición a la independencia, para convencernos de que nuestra identidad nacional será respetada y nuestros servicios públicos, correctamente financiados.

Es la ausencia de esa propuesta el gran acicate de numerosos catalanes para votar 'sí', convencidos de que España solo cederá bajo amenaza de separación. Cuando la realidad es la opuesta: la añagaza brindará al Estado la coartada para negarse a negociar, presentándose como víctima de un chantaje.