Pequeño observatorio

El equilibro entre el 'poco' y el 'mucho'

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Si no recuerdo mal, porque yo era un niño pequeño, mi padre me llevó a ver un espectáculo infantil donde, en el escenario, cantaban una canción que comenzaba así: «Chocolate, chocolate, es el rey del paladar...». Supongo que aquella «función», como la llamábamos, no se ha representado nunca más. O quizá sí, pero cuando iba sumando años ya no me tocaba ir a ver ese tipo de espectáculos.

La verdad es que siempre he sido, y todavía lo soy, un amante del chocolate. «Me gusta el chocolate» es una afirmación muy genérica. ¿Qué tipo de chocolate? ¿Solo, en forma de helado, o trufa, o pastel, en forma de bombones, incorporada a las galletas...? Mi favorito es el chocolate negro, pero dicho así tampoco queda definitivamente claro. Veo que de un tiempo a esta parte las tabletas de chocolate hacen constar la proporción de cacao que se encuentra en cada toma. Se ha generalizado hacer constar en el envase la proporción de cacao que hay en el chocolate: 60, 70, 75, 80 por ciento. ¡He visto una tableta que indicaba la presencia de un 85% de cacao! Siguiendo este camino, se acabará llegando al cacao puro y se conseguirá la destrucción del chocolate. ¿Desaparecerán las muy pequeñas dosis de azúcar y de manteca de cacao que se incorporan sabiamente el producto?

Yo soy 'chocolatófilo', y habiendo probado de todo tipo me parece tener una predilección por el chocolate que tiene alrededor de un 75% de cacao. Porque pienso que la baja graduación quita fuerza al chocolate, mientras que el dominio casi dictatorial del cacao derrota el aroma. Quizá el chocolate es un exponente de una tendencia que se encuentra presente en nuestras vidas y en el ámbito social. Por un lado, la radicalización sistemática, absoluta. Por otro, la aceptación de mezclas que desnaturalizan una iniciativa.

El lector se habrá dado cuenta de que el titular de este artículo no es 'El chocolate y la política'.