tú y yo somos tres

El dinero es de Michael Jackson

FERRAN MONEGAL

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Ha salido Joaquín Reyes disfrazado de Pujol (La Sexta) y ha confesado a la ciudadanía en general, y a toda Catalunya en particular, que él en realidad es un niño robado, y que la herencia recibida y oculta tantos años es de Michael Jackson. ¡Ahh! Tras las vacaciones han regresado los de El intermedio con su mordiente sobre la ardiente actualidad del exhonorable. El ejercicio de Joaquín Reyes ha sido divertido y desternillante. La caracterización, buena. El retrato de Jordi Pujol como Jordi Soprano, un guiño televisivo con mucha retranca. Pero cuidado con el exceso de despiporren y de surrealismo despendolado. El camino hacia la chirigota puede acabar diluyendo la vitriólica carga de profundidad, corrosiva e implacable, que toda buena sátira debe albergar. Por cierto, Paco Marhuenda, director de La razón, dio ayer en Más vale tarde (La Sexta) una nueva noticia espeluznante sobre este clan tan familiar: «Hasta exigían que les pagasen comisión por cada vacuna del sida que se daba en Catalunya».

AGUA HELADA .- Me sumo a lo que han advertido muchos opinadores en las páginas de EL PERIÓDICO, y también articulistas en otros medios, sobre ese espectáculo al que se han acogido tantos famosos de echarse por encima un cubo de agua helada. Si quieren ayudar a la lucha contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica, menos hacerse la foto echándose agua y más ayudar económicamente a la causa. En este sentido, Pablo Motos, que regresó el lunes con su espumoso parque infantil El hormiguero (A-3 TV), tuvo una iniciativa resaltable: invitó al público del plató a echarse el famoso cubo de agua por encima con la advertencia de que daría 100 euros por cada uno que se mojase. Incluido el propio Motos, consiguió 68 participantes. O sea, El hormiguero extendió un cheque de 6.800 euros para la causa del ELA. Bravo.

PALABRAS QUE VUELAN .- En la reemisión del reportaje-documental sobre la gira de Serrat Sabina por Latinoamérica que dio La 2 en la madrugada del lunes, pillé un instante extraordinario. Eduardo Galeano les recibió en su casa de Uruguay y les contó: «Un día, una niña de 10 años me dijo que no leía porque las palabras estaban inmóviles, quietas, en los libros. Prefería escuchar música porque las palabras volaban». ¡Ah! Qué reunión más lúcida la de SerratSabina y Galeano.