El dilema de Rajoy
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Artur Mas depositó ayer sobre la mesa de Mariano Rajoy otro artefacto político, el cuarto en dos años: el pacto fiscal, el referéndum autorizado por el Congreso, la consulta no referendaria y, al fin, un «proceso participativo» con urnas, papeletas y voluntarios, inscripción 'in situ' en sedes institucionales y recuento avalado por la Generalitat. Un simulacro de votación sin las mínimas garantías democráticas que el 'president' se esforzó en ennoblecer --«el Govern está decidido a seguir adelante y hacer la consulta del 9-N», proclamó--, aun aceptando que la «consulta definitiva» no sería esa, sino unas elecciones plebiscitarias. Ni Esquerra, ni Iniciativa, ni Unió Democràtica, cada una con sus matices, aceptaron ayer que la convocatoria anunciada en solitario por Mas merezca la denominación de «consulta». Solo Josep Rull (CDC) secundó el mensaje del 'president'.
El debate semántico no es aquí accesorio. Quebrada, quien sabe si irremisiblemente, la unidad del bloque soberanista, el líder de CiU intenta presentarse ante el electorado como el último baluarte del derecho a decidir de los catalanes, en abierta confrontación con el Estado. Todo ello, con dos objetivos alternativos: o forzar a ERC a aceptar una candidatura unitaria por él encabezada, condición que ayer se cuidó de soslayar; o, en su defecto, disputar a Oriol Junqueras el liderazgo del independentismo que le otorgan las encuestas.
Al solemnizar que su apuesta prioritaria son unos (improbables) comicios de corte plebiscitario, Mas dejó muy claro que su última iniciativa es más una maniobra preelectoral, inequívocamente supeditada a los intereses partidistas de Convergència, que una apuesta seria por dar la palabra a los catalanes en condiciones homologables.
¿De frente o de perfil?
Ante esta tesitura, Rajoy afronta un serio dilema: ingeniarse fórmulas para abortar jurídicamente el nuevo 9-N, alegando que incurre en «fraude de ley», o despreciarlo como un mero recuento de independentistas. Si le hace frente, estimulará la participación y aglutinará el voto soberanista en torno a Mas. Si se pone de perfil, despojará al 9-N de toda épica y amortiguará el conflicto. Suya es la decisión.
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