Al contrataque
El diablo las carga
Joan Barril
Ha dirigido el semanario 'El Món' y ha ejercido de columnista en diarios como 'El País' y 'La Vanguardia'. Actualmente presenta 'El Cafè de la República en Catalunya Ràdio'. En televisión dirigió el programa 'L'illa del tresor' junto a Joan Ollé en el Canal 33.
JOAN BARRIL
A estas alturas me cuesta imaginar la manera en la que los medios internacionales han ofrecido la información -si es que lo han hecho- del grupo de trabucaires lanzando salvas contra diferentes espacios de su municipio, uno de ellos el domicilio del concejal del PP. Sin duda, la denuncia ante la fiscalía presentada por este señor no se hubiera producido de no estar en el espacio y en el tiempo actuales. Ignoro el alcance letal de un trabuco, pero es evidente que un pequeño gesto del pulgar elevado y el índice señalando a alguien tienen fuerza amedentradora. Sobre todo si el apuntado vive en la Catalunya del 2014. De nada sirve el tradicional pacifismo político que pregona el actual sentimiento independentista limitado a la posibilidad de una consulta. Lo que importa es el eco que la población recibe por parte de los medios. Lo estudió Curzio Malaparte en un tratado sobre la técnica de los golpes de Estado en el que concluía que una brigada de tanques ya no es tan importante para cambiar el poder como la presión de los medios escritos y audiovisuales, y eso Malaparte lo escribía antes de la televisión.
La anécdota de los trabucaires excita el temor del PP alimentado por la prensa capitalina. Bien es cierto que algunas sedes del PP han aparecido en los últimos años con pintadas insultantes de la misma manera que también se ha asistido al ataque pictórico en otras paredes nacionalistas. Pero la denuncia del PP catalán a la fiscalía por los arcabuzazos propios de una festividad local solo quiere llegar hasta las trincheras de papel de la prensa de siempre.
Los frutos de la historia
¿Qué pasaría si en una Catalunya tradicionalmente pacífica surgiera el germen de la violencia? La consulta se vería alterada, pero al mismo tiempo se generaría una espiral que daría alas a la represión y que se convertiría en un martirologio. La teoría de Malaparte ya no se limitaría a los media, sino que volveríamos a una situación en la que el control social podría ser una opción manu militari. No se trata de llamar al mal tiempo, pero es evidente que poderes de la seguridad del Estado han pensado en esa situación que se sabe dónde empieza pero no cómo acaba.
La historia tiene distintos frutos. Se puede conmemorar la antigüedad de los países ensalzando el milenario de Catalunya o el quinto centenario de Castilla en América. La constante referencia a una guerra perdida, no por ser menos cierta, es lo más oportuno que podemos ofrecer al mundo. Las fiestas de moros y cristianos no suelen acabar con la degollina de los participantes.
La vida del trabucaire es ahora más difícil por sensibilidades más proclives a mirar la paja en el ojo ajeno que a ver la viga en el propio. Vivimos necesitados de calma y diálogo. Pero la piel fina del partido del Gobierno debería aprender a ponerse la venda antes que la inexistente herida.
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