El clima

A raíz de la macrooperación financiera gracias a la cual Pfizer (Viagra) se come a Allergan (bótox) y se convierte en la compañía farmacéutica más grande del mundo, he recordado aquella frase que dicen que dijo un oncólogo brasileño, que luego repitió un escritor argentino y que, de hecho, no se sabe a ciencia cierta quién pronunció por primera vez: «En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más dinero en medicamentos para la virilidad masculina y en silicona para las mujeres que en la investigación de la enfermedad de Alzheimer. Dentro de unos años tendremos ancianas con pechos grandes y compactos y viejos con penes duros, pero ninguno de ellos sabrá para qué sirven». Como todas las exageraciones, esta también contiene dosis de falsedad, entre otras cosas porque hay estudios que certifican la posibilidad de que el componente de la viagra -con el aumento del flujo sanguíneo- ayude también a prevenir la demencia senil. Es decir, que podría ser que algunos abuelos no perdieran ni lo uno ni lo otro.

Lo que sí perderán seguramente, o ellos o sus bisnietos, será la arena de las playas. Y quien dice la arena dice todo lo que la rodea, es decir, la vida. Si no es que el lunes empezamos a arreglarlo en ese París trastornado, el calor del planeta -sumiso, arrodillado y sin capacidad de reacción- nos ahogará. Tendremos deseo y pastillas y habremos olvidado no solo quienes somos sino el tiempo en que el mar era apacible y no se nos tragaba.