Análisis
El City y la colección de Jordi Pujol Ferrusola
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Cuando uno tiene el dinero como castigo. Cuando te cae el dinero de una herencia. Cuando el abuelo te dice «guarda esto por si acaso», tú lo engordas (ya sabes cómo, dónde y gracias a quién). Cuando tú quieres demostrar que tienes poder, que te viene dado, que mandas y que negocias aquí, allí, donde sea, intentas tener un punto de ostentación oculto, pero que llame la atención de aquellos a los que quieres impresionar. O decirles que eres un dinamizador. ¿Del fútbol? No, no, de los negocios, de la vida, de la política.
Pero, claro, como en el fondo eres un recién llegado, un novato, alguien a quien el dinero le ha llegado de forma ¡zas! repentina, agujereando la tierra y encontrando gas o petróleo. No sabes de fútbol. Ni de coches. Y, aunque busques a gente que necesita vender o que pone gustoso sus productos al acceso de tu talonario, no siempre puedes adquirir lo que te gusta. O te crees que compras algo que vale mucho, que es lo mejor. Y, no, no es así.
Solo hay un Ferrari bueno
Todo el mundo sabe que un Porsche Targa no vale mucho. Nada. Todo el mundo sabe que el Porsche guapo, guapo, guapo de verdad, es el superbuscado 356 del 55. Como tampoco ese hortera Ferrari F40 o, incluso, el 328, será, jamás, el valoradísimo 250 GTO, el auténtico Messi de Maranello, valorado en casi 30 millones de euros. Y así todo. Pues, por no tener, por mejor coleccionista que digas ser, no tienes ni siquiera un Aston Martin que llevarte al garaje (y eso que has mandado construir una auténtica Masia de los coches clásicos) ni un bello Austin Healey.
Porque tú tienes dinero. Fichas a ejecutivos que ya han ganado títulos, a directores deportivos que han construido campeones, a campeones del césped e, incluso, a un entrenador que tiene un poquito de todo lo que tienen los que campeonan, pero los Ferrari, Porsche y Aston Martin guapos, buenos, clásicos, valorados, arrolladores, los siguen teniendo otros.
Es posible, muy posible, más que probable, que un día te hartes de perder frente a los clásicos y decidas plantar un pozo petrolífero en el mismísimo Camp Nou, taladrar su césped y hacer brotar un géiser de oro negro. E, incluso, que hagas despegar, desde el mismo centro del campo, todo un Jumbo pintado de Etihad, Abu Dabi o lo que sea, llevándote a bordo al auténtico Ferrari 250 GTO. A Messi. Mientras, descapota el viejo Targa y aprovecha los 10 días de sol que hace en Manchester al año.
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