El caso de Pigem pone el listón muy alto

La dimisión de la vocal del CGPJ es el desenlace adecuado de un incidente estéticamente impresentable y éticamente muy dudoso

JUANCHO DUMALL

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Desde el momento en el que el presidente del Consejo General del Poder JudicialCarlos Lesmes, le exigió que abandonara su puesto de vocal, estaba claro que Mercè Pigem tenía los días contados en la institución. Solo faltaba saber el día de la renuncia, que finalmente se produjo el sábado con cierta nocturnidad. Tiene razón la ya exvocal de CiU en que ella no cometió ninguna irregularidad, pues fue cazada por la Guardia Civil cuando salía de Andorra con 9.500 euros en metálico, mientras que el tope para tener que declarar es de 10.000. Ahora bien, el hecho de que a la jurista la acompañara su hermana, que llevaba 10.600 euros (¡maldita calderilla!), hace pensar que estamos ante un intento de forzar las leyes para sacar de manera opaca dinero del país pirenaico, habitual refugio de fortunas que huyen de los impuestos españoles. El incidente de Pigem era estéticamente impresentable y éticamente muy dudoso. Así que la dimisión ha sido el desenlace adecuado.

Pero dicho esto, conviene destacar que este caso deja, por fortuna, muy alto el nivel de exigencia a los responsables de las instituciones. Si la vocal ha tenido que renunciar a su puesto por un comportamiento no ilegal, ¿qué tendrían que hacer otros cuya conducta ha sido puesta razonablemente en duda por hacer viajes privados con dinero público, tener chalets de origen oscuro o haber percibido sobresueldos en dinero negro? Recordemos, por ejemplo, el largo camino de la ministra Ana Mato hasta su muy tardía dimisión.

Como buena convergente, Mercè Pigem no ha podido resistir la tentación de vincular su caso al «grave enfrentamiento político» de Catalunya. Estaríamos, según esa versión de la exvocal, ante otro episodio de guerra sucia por parte de los poderes del Estado frente a los políticos soberanistas.

Nueva sensibilidad social

Pero es difícil que tal interpretación cuele a estas alturas y con la nueva sensibilidad social ante los trapicheos, por más que haya un sonsonete cavernícola que relaciona el crecimiento del independentismo con una supuesta huida hacia adelante de dirigentes nacionalistas corruptos.