Peccata minuta

El camello y la aguja

JOAN OLLÉ

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La más vulgar y atronadora de las derechas anda demonizando los resultados de las últimas elecciones, vinculándolos a los presuntos infiernos de Venezuela o Cuba. Creo, no obstante, que si hay que buscar algún enclave geográfico de referencia de lo que está pasando, este sería nada más y nada menos que Tierra Santa. O la actual Ciudad del Vaticano.

A pesar de que Jesucristo propusiera en su día separar los intereses del césar y de Dios, la política se ha venido reclamando finisecularmente de la fe y del más allá (véase Santa Inquisición, franquismo o Rouco Varela) como fieles aliados para lograr sus más oscuros objetivos. No olvidemos que la monarquía tiene sus orígenes en lo divino. Y la autodenominada Democracia Cristiana (de cintura para arriba, como le gusta bromear a Duran Lleida) nunca hizo bandera de su adjetivo para expulsar a los mercaderes del templo, sino más bien para tenerles en nómina.

No me cabe la menor duda de que si hace dos semanas muchos ciudadanos decantaron su voto hacia la nueva izquierda (posible oxímoron) es debido -más allá de estar hasta el vómito de los viejos y cínicos sonsonetes habituales- a querer reencontrarse con lo más valiente e inconformista del cristianismo. No hablo, naturalmente, de los beatos de limosna y misa de 10, pero sí de aquellos que, ni políticos ni religiosos, entregan su vida y anonimato a suavizar las muchas tragedias personales que las instituciones prefieren esconder bajo la alfombra. Sea para ellos, que trabajan para que la Tierra no sea un valle de lágrimas para muchos, el reino de los cielos.

Cuestionar el statu quo

¿Es solo azar que la llegada de Francisco al Vaticano -sin duda el Estado menos democrático, por teocrático, del planeta- haya coincidido en el tiempo con la aparición de Podemos, Syriza y otros movimientos sociales que ponen radicalmente en cuestión el actual statu quo y encuentran masivo y alegre apoyo popular a sus quiméricas propuestas? Francisco, entre césar y Dios, insiste en explicar a los amos del planeta que sigue siendo más probable que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos; no por rico, sino por ignorar y desatender la miseria de los otros. Comer es pura materia; pasar hambre debe ser una terrible experiencia espiritual.

No creo que el Sumo Pontífice participe en breve en ningún mitin de los nuevos radicales (radical viene de raíz), pero no hay ninguna duda de que sus mensajes cotidianos y su predicación con el ejemplo le hacen mucho más cercano a los nuevos líderes que a aquellos que, en nombre de Dios, la Patria y el Rey, nos han llevado a la humillación y la vergüenza.