Ideas

El arte del obituario

Las necrológicas son una prueba de que la muerte nos iguala a todos

JORDI PUNTÍ

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Desde hace unos meses leo cada día el New York Times y, casi sin darme cuenta, me he convertido en un adicto a sus obituarios. No conozco otro diario que los trate con tanto rigor y amplitud de intereses. Son la prueba de que la muerte nos iguala a todos. Esta semana, por ejemplo, han coincidido el actor Christopher Lee, el saxofonista Ornette Coleman, un señor llamado Horst Brandstätter y que fue el creador de los Playmobil, y el diseñador gráfico alemán Hermann Zapf, fallecido a los 96 años. Como la mayoría de lectores, supongo, desconocía si Zapf estaba vivo o muerto, pero soy aficionado a la tipografía y me gustó saber más cosas de la persona que creó letras tan importantes como la Palatino o la Optima (búsquenlas en Word y seguro que las reconocen).

Los obituarios son una de las secciones que han cambiado menos en los periódicos. Durante muchos años esa página del Times se veía como una especie de anecdotario diletante, donde confluían por azar historias de gente muy diversa y a menudo la erudición tenía un aire de cultura aprendida en el Readers' Digest. Seguramente era un prejuicio lector. Hoy, en estos tiempos tan volubles y superficiales, comprendemos que es una de las páginas con más consciencia vital, con más gravitas. Entre los obituarios que he leído últimamente, recuerdo a una señora que, a los siete años, fue una niña prodigio que ganaba concursos de radio y televisión, un médico que demostró que la aspirina ayudaba a prevenir los ataques de corazón o la primera mujer policía que hubo en Nueva York.

Habitualmente, en el periodismo hispánico, las necrológicas tienden al elogio funerario, y eso a veces conlleva olvidos voluntarios y venganzas de ultratumba. En la tradición norteamericana, los obituarios nacen de otra combinación: la necesidad de informar sobre alguien que ha muerto y al mismo tiempo contar el legado que dejará su paso por este mundo. La opinión en este género es escasa, y acaso se trate de un último intento de hacer memoria antes del silencio final.