El año de la paja

Francisco Javier Zudaire

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Estamos listos, ya pueden venir a vendernos mentiras, lo compramos todo. Somos los entreguistas del voto.

Andan sueltos los predicadores, que es éste un año de facundia larga, de la que va y viene a destajo…, es el año de enseñar el grano y repartir la paja. Recuperan los mudos el habla cual milagro portentoso, y petardea la semántica, como las viejas motos, salpicando de palabrería un discurso al que no le mete mano ni la santísima RAE, por muy abusador y malparido que sea el mensaje y aunque luzca más engañoso que el secular tocomocho. De continente y contenido. Viva la feria de los Landas paletos, con la maleta de cartón a cuestas y las rayas pintadas, dispuestos a ser embaucados de nuevo en la puerta de Atocha.

Ellos, los del púlpito, van a lo suyo, no hay rubor ni asomo del mismo. Los del poder porque ahora prometen hacer lo que nunca hicieron, cuando pudieron, y los aspirantes porque, aseguran, traen la solución... Es de temer que también éstos pierdan la integridad en cuanto toquen moqueta y tiren de tarjeta black. Black is black (I want my baby back…, decían Los Bravos).

¿Injusto meter a todos en el mismo saco?, posiblemente, pero resulta  desilusionante e irritante en extremo observar el día a día y comprobar que no existe límite de alistamiento para engrosar el ejército de los sinvergüenzas. Por eso caemos en la injusticia de no creer demasiado en los que, tal vez, son gente honrada y de buena fe, con vocación de servicio. Es que nos han dejado, y nos dejan a diario, escaldados.

Cómo darle la vuelta al pensamiento, si el partido en el poder lleva 18 años, que se sepa, financiándose ilegalmente, amén de otras menudencias modulares. De módulo carcelario. Qué esperanza nos queda si en la oposición se mueven por derroteros parecidos, como clones corruptos, y en  este país no se libran de andar pringados ni la monarquía ni los sindicatos, cuya combatividad es más de hucha que de lucha. Y nadie reconoce ni un 5% de sus pecados, así fuera por tener un detalle. Nada. Sólo ponen de frente la caradura y el retorcido colmillo de la sintaxis. Hay profetas de nuevo cuño, cierto, pero habrá que catarlos antes de aceptar sus sermones: llueve tanto sobre mojado y nos ha pillado tanta borrasca…

Y qué vamos a hacer si nos asiste el mejor sistema político inventado, salvedad hecha de que la condición humana es cada vez más previsible y escorada hacia la rapiña y el ventajismo de la corruptela. A la altura de la acera, los mortales ven pasar la marabunta de felones al sistema y se barruntan que no alcanzan a ver la auténtica dimensión de la basura; falta perspectiva. Intuyen que hay mucho más, dado que no se detiene la aparición de nuevos delincuentes y se presentan cifras mareantes en un cálculo aproximado del hurto sostenido.

A esto nos han llevado sus malandanzas: a la decepción, al descreimiento y a la insulsa pataleta nacida de la impotencia. Pudiendo ser fuertes, somos los maestros en la aplicación de recortes…, ataques directos contra quienes menos culpa tienen del descalabro originado desde el robo sistemático, la fuga de capitales y el fraude en general. A falta de depuraciones que no interesan, para no perder poltronas, ladrones, consentidores, responsables y allegados nos vendrán a vender una ristra de mítines ajustados a los oídos, recorrerán los mercados con sus sonrisas de tiburones y besarán a los niños. A poco que se descuiden sus madres.

Con el hartazgo de oír siempre lo mismo, mientras hacen lo contrario, avísennos ustedes, señores predicadores, cuando den trigo.