La rueda

El amor al arte del viejo diablo

Obligar a los artistas veteranos a elegir entre pensión o derechos de autor es un despropósito

EMMA RIVEROLA

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Los creadores españoles no pueden compatibilizar pensión y derechos de autor. Es decir, aquellos escritores, ilustradores, actores o cantantes que pueden percibir una pensión deben renunciar a ella si quieren seguir cobrando derechos por las obras que produzcan o por las ya producidas. Esto, traducido a la realidad de un país de miseria intelectual como este, es lo mismo que condenar a los afectados a la indigencia o a la mutilación mental. Reconozcámoslo, la mayoría de creadores de este país se limita a subsistir. Muchos no consiguen ganar un mínimo con su obra, por lo que deben compaginarla con otros trabajos que son, precisamente, los que les permiten acceder a una pensión. Con la reforma del Gobierno de Rajoy en el 2013, eso ya no es posible. Hay que elegir: o pensión, o continuar creando. O hacer esto último sin cobrar. Por amor al arte, vamos.

Lo peor es que tal despropósito, tal maltrato hacia los creadores, ni siquiera parece formar parte de un plan para acallar la voz, a menudo incómoda, de los intelectuales. No es algo tan perverso como un intento de censura a través del chantaje económico. Nada tan retorcido como adelantar la agonía mental de los viejos artistas. Parece algo bastante más simple e inane. El producto de un profundo desinterés, de un total desconocimiento, de un atávico desprecio hacia el conocimiento, hacia la cultura. ¿Para qué sirve un creador? ¿A quién le interesa un viejo diablo que se dedica a pensar?

En este país donde el engaño y el clientelismo son más jaleados que el esfuerzo y el mérito, en esta España que adoró el becerro de oro, el dinero fácil y el latrocinio, los paseos en yate en bañador amarillo y los bolsos Louis Vuitton, un viejo escritor al que no le salen las cuentas es la viva imagen del fracaso. Los vicios, que se los pague cada uno.