MIRADOR
El absurdo «todo o nada»
La campaña electoral va a ser tóxica hasta lo indecible y, al mismo tiempo, contradictoria
No es exagerado afirmar que la política catalana ha entrado en una fase manicomial. La agresividad verbal del otro día en el Parlament es solo un aperitivo de lo que nos espera. Dicen que el próximo lunes Artur Mas firmará el decreto de convocatoria, a dos meses exactos del 27-S. No sería extraño que convirtiera ese gesto en otro acto propagandístico, rodeado de sus 'consellers' y retransmitido en directo por TV-3. La campaña electoral va a ser tóxica hasta lo indecible y contradictoria al mismo tiempo.
No solo el PP esgrime el artículo 155 de la Constitución en caso de secesión unilateral. También el 'exconseller' de Interior, Ramon Espadaler, se muestra comprensible ante un escenario tan indeseable: «En Europa nadie entendería que España no hiciese cumplir su ordenamiento jurídico», afirmó en la Cambra de Comerç para sorpresa de muchos. El timorato empresariado catalán empieza a ver las orejas al lobo y a vivir con desasosiego la absurda apuesta a «todo o nada» del tridente Romeva-Mas-Junqueras. Al final, la campaña del 27-S no va a centrarse en las fabulosas cuentas de la secesión, como querrían estos, sino en los nefastos efectos del anunciado accidente insurreccional. Mas va a acabar señalado como el mayor responsable de la posible intervención de la autonomía por su actitud «irreconducible», expresión de Felipe VI.
Tras el entusiasmo inicial empiezan a surgir importantes contradicciones en la lista Junts pel Sí. Sorprende que el 'conseller' de Economia, Andreu Mas-Colell, quiera jugar todavía la carta de la financiación autonómica cuando sus compañeros de Govern han puesto rumbo a Ítaca. Seguramente expresa así su discrepancia de fondo. Por otro lado, la hoja de ruta de esos 9, 12 o 18 meses hacia la independencia es tan incierta y grumosa que Romeva la explica cada vez de forma distinta. Y encima resulta que, ¡oh sorpresa!, no está escrito en ningún sitio, leíamos ayer en EL PERIÓDICO, que Mas vaya a ser necesariamente el candidato a 'president'. El tacticismo que le ha dado siete vidas va a acabar siendo su tumba política. La CUP ya ha anunciado que no piensa votarlo, de forma que Romeva, que tiene cara de mago de la lámpara de Aladino, puede acabar encabezando el Govern de la «desconexión» si la suma de las dos listas separatistas logra mayoría absoluta.
Si fracasa, se supone que no solo Romeva se irá a casa, sino también Mas. Ojalá sea así porque, en democracia, poner a una sociedad en la disyuntiva de elegir entre «todo o nada» es un disparate. Solo se explica por la estrategia egoísta de unas élites que, ante la imposibilidad de alcanzar su sueño y sin importarles la posibilidad de abrir pronto en España un escenario de reforma constitucional, prefieren meternos a todos en un callejón sin salida.
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