CONTRAPUNTO

Un Ejército español sucio y hambriento

SALVADOR SABRIÀ

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El Ministerio de Defensa español tenía un problema grave: se le acababan los alimentos para «varias unidades, buques y centros y organismos». También le fallaba el «suministro de combustibles líquidos, gasóleo de calefacción y gas propano». Empezaba a flaquear el mantenimiento de determinados equipos médicos considerados «esenciales para la operatividad de la función logística sanitaria militar». Incluso, desde el 1 de septiembre de este año, tenía dificultades para pagar los servicios generales de limpieza en «las instalaciones del Ministerio de Defensa en todo el territorio nacional». 

    En definitiva, España podía quedarse en breve con un Ejército, o parte del mismo, sucio, hambriento y con problemas sanitarios. Dificultades evidentes para mantener con garantías la integridad y la unidad el territorio, o la respuesta a una agresión exterior, vaya usted a saber.

    Todos los entrecomillados anteriores son reales y corresponden a la referencia oficial del penúltimo Consejo de Ministros, Y están incluidos en las excepciones al cierre presupuestario aprobadas por el Gobierno el pasado junio, de prisa y corriendo, para demostrar ante la Comisión Europea que estaba tomando medidas para atajar el desbocado déficit público y evitar la multa que pesaba sobre España. 

    Esta anécdota es la constatación de la improvisación u otra cosa peor, del Gobierno de Mariano Rajoy a la hora de elaborar los Presupuestos del Estado del 2016. No es un caso aislado. Ese mismo día se aprobó un reguero de excepciones, que se suman a las que se ha visto forzado a asumir el Ejecutivo desde que dio cerrojazo a los gastos. Entre otros, el suministro de balas a la Policía, por citar otro caso simbólico.

    El cierre presupuestario llegó precedido de un ajuste de 2.000 millones de euros, decidido cuando el Gobierno constató que sus alegres previsiones de aumentos de ingresos pese a bajar impuestos chocaban con la cruda realidad. Esos mismos presupuestos contemplaban inicialmente un déficit público para todo el 2016 equivalente al 2,8% del producto interior bruto (PIB). Ahora ya dan por hecho que a duras penas se cumplirá la ampliación permitida por la Comisión Europea hasta el 4,6%, pese a las medidas ya adoptadas, sumadas al adelanto de 8.000 millones a cargo del impuesto de sociedades y otras. Sin este esfuerzo, el déficit se habría disparado al 5,6%, el doble de lo presupuestado. Un error de cálculo equivalente a haberse olvidado de todos los gastos ordinarios de la Generalitat en un año. Que nadie se extrañe que el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, no se corte y exija a España que para el 2017 haga unas cuentas realistasJeroen Dijsselbloem.