España no es Grecia pero...

Joan Tapia

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¿Cómo nos afectará Grecia? Mariano Rajoy dice que España debe estar tranquila porque ha hecho los deberes. Tiene un poco de razón, porque la temida prima de riesgo, aunque ayer empeoró --como la italiana--, no naufragó. Pero la bolsa cayó un 4,5%, la peor sesión en tres años. Fue más cauto Pedro Sánchez al afirmar que seguimos con problemas. Y toda Europa los tiene porque la salida de un país del euro, aunque Grecia solo es el 1% del PIB europeo, abre incógnitas.

España no es Grecia porque su economía es mucho más robusta. También porque Zapatero, en el 2010, con el voto en contra del PP y el apoyo de CiU, decretó el rigor. Porque en el 2011 Zapatero y Rajoy lograron parar la segunda crisis griega con la tan criticada reforma de la Constitución. Y porque cuando el PP ganó enterró sus promesas electorales. Si Montoro no hubiera hecho lo contrario a lo predicado, Rajoy podría estar hoy como Tsipras. El mal español es que el PP descalificó con brocha gorda lo que Zapatero hizo y los socialistas critican ahora todo lo que hace Rajoy. Y por ahí se cuela mucha demagogia insolvente que impide un debate político racional. Se pueden hacer artículos "progresistas y brillantes" contra Draghi pero España, un país medio y con problemas del euro, no puede ignorar al Banco Central Europeo.

Hay economistas -como mi admirado Paul Krugman- que aconsejan a los griegos votar no. Intelectualmente es posible otra política económica (incluso puede que fuera mejor), pero no se puede dejar de asumir la realidad geopolítica. La zona euro (el proyecto europeo) es una Unión de Estados (no un Estado) con moneda común. Jacques Delors la definió como un OVNI (Objeto Volante No Identificado). Y para que el OVNI vuele, la primera regla es que ningún Estado imponga su voluntad a los otros.

Lo decisivo no es la voluntad de ningún pueblo. Lo que cuenta, la norma del OVNI, es que el Gobierno griego, tan democráticamente elegido como el de los otros 18 estados, no puede mandar sobre los otros gobiernos. Para Grecia es duro tener que ajustarse, pero no puede pretender que los otros países (los griegos se jubilan antes que los alemanes) le paguen indefinidamente su Estado del bienestar (por recortado que esté). Y menos puede exigir (aunque económicamente podría tener fundamento) que los otros países le perdonen su deuda y que encima le sigan prestando. Los alemanes han prestado 56.000 millones, los franceses 42.000 y los españoles 24.000, cerca de la mitad de toda la deuda catalana. Los rescatados portugueses, 1.100. Los europeos no deben cerrar el grifo, pero con las garantías de que los gobiernos --todos tan elegidos como el griego-- crean razonables. Aunque se equivoquen.

Syriza, una expresión de protesta (como Podemos) ganó porque prometió el fin de la dura austeridad y al mismo tiempo la permanencia en el euro. Era una promesa muy aventurada. Más bien una mentira. Ahora el domingo los griegos tendrán que elegir entre «euro con pena» o «pena sin euro» (al menos unos años). Más recortes o vuelta al drama con efectos más que inciertos.

Tsipras simplificó cuando afirmó que sus antecesores eran incompetentes o "vendidos". Papandreu quiso hacer un referéndum en el 2011 para aprobar (no para rechazar) las medidas de austeridad. Las guerras internas griegas, y también la prepotencia de Durao Barroso y de Sarkozy, le echaron.

Ahora Europa se encuentra ante un Alexis Tsipras que imita a Sansón. Aunque gane el referéndum el domingo con la pregunta que ha elegido --tampoco seguro--, gobernar Grecia fuera del euro será un castigo bíblico. Los griegos vivirán peor y a nadie le conviene un estado fallido en el sureste de Europa.