tú y yo somos tres

Educando a Belén

FERRAN MONEGAL

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Acaba de inaugurar Tele 5 una nueva tanda de Los ojos de Belén. Es una fórmula televisiva interesante: tras haber construido esta cadena, durante diez años --en sus platós-laboratorio- a una criatura nueva, inédita, con mucho gancho popular, llamada La princesa del pueblo, ahora la sacan a pasear por el exterior para que veamos el impacto, la chispa, que se pueda generar entre el mundo real y ella. ¡Ah! Consiguen contrastes estupendos. Esta semana, por ejemplo, la sumergieron en el mundo de las mariscadoras de la isla de Arousa. Allí Belén entendió el duro y mal pagado oficio de la recolección de la almeja. Y después, buscando ese punto de contraste impactante, se la llevaron a Vigo y la incrustaron en casa de una señora llamada Cristina que se dedica a dar clases de protocolo fino y modales para gente bien. O sea, el arte de la apariencia. Ahí surgió la Belén más estupenda. La dama, de una exquisitez relamida, le iba diciendo: «Mira, Belén, esta crisis a España le ha venido de maravilla. Recuerda este lema: 'Nunca calces un zapato del número que no te corresponde'. ¿Me comprendes?» y la adiestraba a comer solo un poquito de lo que te ponen, a no llenarse la boca, a saludar siempre sonriendo, a caminar con la espalda recta, a no tocarse las tetas con las manos, a no subirse el sujetador delante de otras personas, a sentarse sin espatarrarse, a no enseñar las bragas cuando se cruzan las piernas... ¡Ahh! Qué inocencia la de esta dama de Vigo experta en protocolo. Sentarse sin enseñar las bragas, Dios mío, ¡qué sería del Sálvame y del Deluxe sin eso! Y claro, como que Belén ya estaba hasta el gorro de toda aquella pamema, empezó a calentarse por dentro y surgió el gran momento. Fue cuando la fina dama le estaba mostrando sus manos y la exquisitez de sus uñas de porcelana. Belén, tras mirar aquellas uñas y aquella piel, exclamó: «Amí me gustan más las manos agrietadas, encallecidas, de las mariscadoras». ¡Ah! Fue un golpe estupendo. Pero no se arredró la dama experta en protocolo. Le contestó: «Belén, hay que valorar esas manos cuando estamos en la mesa, comiendo las almejas».

Tremenda lección la de esta dama experta en el arte de la apariencia: una cosa es la mano de la que recolecta la almeja, y otra la mano de la que se la come. Exacto. Le ha salido sin querer una metáfora sobre lo que está ocurriendo en España en estos momentos. Es la más clara explicación de la crisis que nos azota.